jueves, 6 de noviembre de 2008

YaMo.-




Cuando estás de guardia pierdes la noción del tiempo, por un lado deseas que se termine cuanto antes y por otro seguirías aquí para siempre. Me han dicho que en la 461 hay un paciente que se queja, que nadie le entiende. Intentaré hacer algo. No se por qué pero estas cosas siempre acaban tocándome a mí y lo agradezco profundamente.

-Cómo te llamas?...
-Yamo.
-Cómo dices?...no te entiendo.
-Doctora, dice que se llama Yamo. Es un nombre muy común en nuestra tierra. Ya le hemos explicado que aquí le traerá problemas y siempre tendrá que dar muchas explicaciones. Pero no acepta cambiarse de nombre. El habla aún poco. Yo soy su amigo, pero llevo años en su ciudad.

-Ah bien gracias. No importa. Yamo, quédate tranquilo te haremos unas pruebas y te contaremos qué te ocurre. Tienes buenos amigos, ya veo que te ayudan en todo.

El se resistió a decir nada más. El dolor le debía de estar molestando una barbaridad. Mandé que le pusieran cuanto antes una dosis baja de morfina.

Sus ojos lo dicen todo, saldría corriendo de aquí para escaparse a pescar cangrejos o cigalas, para poner una red y sentarse a esperar, para notar los pies mojados dentro de aquel mar lejano que tantos recuerdos le traen ahora. Es como si supiera que el mundo se terminará para él en poco tiempo.

Tiene la piel con un brillo especial, dentro de esas sábanas blancas aún le resalta más. Ha dejado de comer, se pasa todo el día mirando por la ventana, intentando buscar algo en el horizonte. A veces incluso gira la cara, como si intentara escuchar a alguien las voces del otro lado del mar que le trajo aquí.

Esta mañana, definitivamente, tengo que darle los resultados del estudio. Cuando me dirijo a él, antes que pueda decir nada, abre su mano y me regala un pequeño elefante de madera, una luna también de madera y una pequeña estrella. Cierra los ojos y se da la vuelta. Creo que las dosis tan altas le mantienen adormecido casi todo el día, pero es lo mejor. Hoy está solo, hasta que no llegue su amigo no podré explicarle nada, apenas me entiende.

Siempre he sabido que esta es mi vida, mi profesión, pero en días como hoy también saldría corriendo descalza hacia el mar que vio nacer a Yomo.


El vecino del 4º

Posdata: dedicada a vos, Amaya, y a una profesión que vive a diario entre el dolor y el final del camino, a veces también entre las risas y el principio de la vida.

9 comentarios:

La gata Roma dijo...

Desconocía la profesión de Amaya; y es que tiene que haber banqueros, y administrativos y futbolistas, y también tiene que haber gente que los ayude a ellos.
Kisses

Amaya Martín dijo...

Vecino:
Si esta noche pudiese partir mi corazón te entregaría la mitad para siempre..
Besos, uno por cada latido

Anónimo dijo...

Bella histoira, no tan imaginaria o ideal, la de muchos dias en muchos hospitales de esta España nuestra: muchos miles de profesionales pelelando por salvar vidas o aliviar los dolores...un homenaje merecido para todos ellos y en especial esa Amaya....un fuerte abarzo.

maria dijo...

Una fotografía de la realidad con todos los matices posibles. Gracias a todos esos profesionales. Un beso vecino

Malvaloca dijo...

Bonita loa a la sensibilidad de Amaya. ¡Que no la pierda nunca!

Besitos

indya dijo...

Ojala cada centro de urgencias, al lado de cada botella de suero, de cada camilla, de cada diagnóstico, de cada enfermo..... hubiera una Amaya.

somos afortunados en tenerla con nosotros, un beso angel.

besukkiss.

El vecino del 4º dijo...

En vuestras palabras, como siempre, encuentro respuestas generosas: de admiración hacia la profesión médica y a quienes la desarrollan, en este caso Amaya.

Somo siempre con estos ánimos es fácil dejar aquí esas "miradas" que desde mi 4º piso veo día a día...

En cuanto a tí Amaya, gracias por ponerte ese fonendo en cada guardia, gracias por ese ofrecimiento de tu medio corazón...

besos-besos

vuestro vecino del 4º

posdata: en vuestras palabras siempre encuentro el camino para la siguiente historia...

Amaya Martín dijo...

Recibo de vuestras manos el cariño y la valoración de un trabajo que se mueve día a día en la frontera entre la profesión y la misión que representa cualquier labor vocacional..
Desde aquí, desde el otro lado del fonendo os garantizo que merece la pena, por todos y por cada uno..
Mil abrazos y gracias

Thiara dijo...

Hola mi vecino... ha pasado mucho tiempo, ya extrañaba leerte, como esta el piso?