viernes, 26 de junio de 2009

Invisible.-




Va caminando sobre la palma extendida de una de sus manos. Esta vez ha decidido no rendirse, seguirá hasta el final. Se abre ante sus ojos un inmenso y vasto camino pero no desistirá, cruzará cada una de sus líneas del pasado, descansará en el centro del presente y si necesita parar un momento lo hará cerca de la huellas del futuro.

Aguantará la tensión, espera que ella no cierre involuntariamente la mano y ahogue su aventura furtiva. Son esos minutos en que ella reflexiona con los ojos cerrados y las manos abiertas que miran hacia un cielo gris, ajeno a trajín de los humanos.

Lo ha calculado todo y cree que tiene tiempo suficiente.


El tiempo se ha detenido en un contador diferente, la garganta seca por la emoción, sudor y emoción todo mezclado. Ha cruzado sin problemas y se aferra a la piel delicada de la muñeca. Recorrerá su brazo procurando no pisar las venas azuladas. Sin apenas darse cuenta, como en una carrera contrareloj está sobre sus hombros y el mundo sigue inmóvil. Apenas puede escuchar la respiración de ella. A logrado alcanzar su largo cabello, unas lianas entrerizadas que reciben la luz directa de una sol que mira de reojo, a traves de la ventana, como si nada estuviera pasando. A la altura del oido izquierdo él la susurra un secreto. Ahora tiene que comenzar a balancearse como si de una liana se tratara. Ayudado por un golpe de viento del Sur su meta está cerca.


Cierra los ojos y sin pensarlo dos veces salta...un instante infinito con las manos abiertas, salta al vacío desde sus cabellos dorados y cae certeramente sobre sus labios.


- Buenos días amor,sé que no me escuchas, sé que no me sientes. Te doy un beso invisible que te permita afrontar el resto del día.


Ella, como si despertara de un sueño, cierra las manos, comienza a abrir los ojos, con la mano derecha se aparta el cabello de la mejilla, con el dedo índice se repasa el labio inferior como si notara algo diferente. Se levanta y se dirige a tomar una ducha de agua templada. La jornada laboral, sin duda, empezará en breve, suele llegar puntual. No quiere hacer esperar a nadie.


El vecino del 4º: los amantes invisibles, dicen que son como las meigas, no existen pero "haberlos ailos"...



domingo, 7 de junio de 2009

momento mágico


Ella cierra sus manos frente a él. No tiene nada. Nunca tiene nada. Pero a él poco le importa. Ahora, hoy, es un día diferente.
El calor cae sobre el asfalto como si fuera el día del juicio final, como si nada pudiera evitar el fatal desenlace. Como si todos los pecados, o como si todos las buenas intenciones no pudieran salvar a nadie y todo diera igual.

- mira amor, he aprendido algo. Ves?...cierro mis manos, cierro mis ojos y al abrirlos...
- no me digas nada. Como siempre no tienes nada entre tus manos...pero te queda tu bella sonrrisa para mí, sólo para mí. Te he dicho mil veces, al menos, que no necesito más magia que la de tu amor, la de tus besos...
Ese día todo fue diferente. Al abrir sus manos, de entre la nada surgió una rosa de mil colores. Antes de que el dijera algo. Volvió a repetir la secuencia. Le entregó la rosa, volvió a mostrarle las manos vacías. Las cerró. Cerró sus ojos. Y al volver a abrirlas apareció un pequeño universo que giraba entre sus dedos. Le entregó el universo. Y volvió a repetir. La tercera vez apareció un torrente de agua , de mucha agua dulce, después salada, después unas palomas que danzaban en círculos, camellos que hacían reverencias, arlequines que jugaban desnudos, una montaña de nieve, mascaras, nubes de miel...

- Amor no sigas, nunca te pedí más que lo que encuentro en tu desnudez, en tu complicidad y en tus silencios.
- Nada tenía y nada tengo. El amor lo puede todo. Pero ahora de entre mis manos nace de nuevo la magia. Creo que el mundo puede volver a tener una oportunidad.

Ellos, en aquel callejón de una ciudad infecta y perdida, apunto de ser tragada por el calor, los errores de los hombres, y el insaciable hambre de amasar fortuna sin control descubrieron que la magia está al alcance de cualquiera. Otra cosa diferente es que con aquel descubrimiento pudieran hacer algo. Qué importa.

Entre el sol y la sombra de aquel callejón se abrazaron, se besaron, la felicidad se mezcló con algunas lágrimas. Nunca sabremos cuál fue el final de todo aquello. No se más. Mis sueños llegan hasta aquel instante, que confienso no saber si aún pasó todo aquello o no, o por el contrario aún está por llegar uno de estos días. Así es la magia no?.


el vecino del 4º

posdata: ni yo mismo sé qué poner en esta posdata, la magia me atrapó por la espalda, de repente, sin avisar, me sorprendió y me dejó sobre la mesa este historia...




sábado, 6 de junio de 2009

utopia




Mil novecientos cuarenta y dos. Un hilo de niebla que entra por la ventana de la vieja bohardilla, se le mete en el cuerpo a Francisco Rodriguez y como si de una pócima se tratara le deja sobre la vieja mercededora inmóvil, casi rendido. El ligero crujir de la madera arqueada con el suelo de la habitación, de roble, habla de historias secretas y aún no resueltas.


El cansancio, la tensión acumulada y las heridas, de las que aún está recuperándose, no le dejan descansar. Aunque siempre tiene hambre, sigue vomitando la mayoría de las veces que se lleva a la boca algo.


No puede quitarse de la cabeza los gritos, las carreras, los obuses y los disparos que resuenan cada vez que intenta cerrar los ojos. Se pasa la mayor parte del día con temblores y fiebre, no muy alta pero lo suficiente para impedir que se recupere del todo.


Francisco es consciente que Madrid se perdió, y todo lo demás también. Pero se resiste a reconocer que la guerra ha terminado. Hace siete días, en la última redada, por la noche, le tiroteraron y fué como si todo volviera a empezar. Logró huir cuando le dieron el alto. De vez en cuando necesita salir de la "cárcel" donde vive con una de sus hermanas. Pero aquella noche no pudo evitar que le persiguieran, casi le cogen.


- Francisco por dios, déjalo ya. Ha terminado todo desde hace mucho tiempo y lo sabes bien. No hay nada que se pueda hacer.

- Carmen no puedo dar un paso atrás. Necesito seguir con mi fusil entre las manos. Necesito salir y respirar el aire fresco del retiro, pisar los adoquines de la plaza Mayor. Si no quieres que siga en tu casa escondido como una rata. Échame a la calle y me buscaré la vida como sea.

- Francisco, bien sabes que eres mi único hermano. No te dejaré solo. Procura descansar y recuperarte de las heridas. Anda descansa.


Francisco, abrió los ojos, alguien le estaba meneando con delicadeza.


- Francisco, despierte. Todo ha terminado. La Republica ha sido restituida. Baje, sus compañeros y sus vecinos le están esperando. Hay armisticio para todos. La guerra ha terminado. Todos somos ya hermanos, no habrá más represalias.


No podía creer que su vecino, un antiguo falanguista le estuviera despertando con esa delicadeza. Sus palabras eran sinceras. Su hermana con una cara de filicidad al lado. Su sobrino vicente, de unos diez añitos, sonrriente, con una pelota en la mano.


- Vamos tío, te están esperando te van a dar una medalla y un diploma.


Mientras bajaba las escaleras, con cada crujido, el dolor se le iba pasando. Trataba de erguir el cuerpo, disumular que las lágrimas les estaban a punto de saltar de unos ojos vidriosos y aún sorprendido.

De fondo el follón de la música, algunos cohetes sonando, risas y voces le iban animando tanto que ya sólo deseaba abrir la puerta y asomarse para saludar. Las manos le temblaban, pero esta vez eran de la emoción y la alegría.



- Francisco, Francisco...tienes que despertarte...es la hora de la medicina. Estas sudando.


Una vez más un sueño con sabor a miel y azucarillos se desvanecía en un instante. No era la primera vez, sin duda.


- Qué hermano??. Te encuentras mejor???...

- Si Carmen. No te imaginas lo que acabo de soñar.

- No me lo cuentes, que seguro que me pones los dientes largos. Siempre has tenido mucha imaginación, así que de tus sueños no quiero saber nada de ellos. Ah... y no vuelvas a dejar la ventana abierta, entra frío y eso no te viene bien para la fiebre.


Un sueño utópico que aquella mañana de mil novecientos cuarenta y dos hizo que el día le resultara más corto, entre la fiebre, el dolor y las molestias una sonrisa se dibujó por un momento.



El vecino del 4º



posdata: las heridas duelen en los sueños y en el tiempo. El eco de los errores nos debería ayudar a soñar en vida y a vivir en los sueños...