jueves, 27 de septiembre de 2007

Simplemente, Coco.-









A Coco le tiembla ligeramente una de sus piernas, la izquierda, intenta disimularlo dando pequeños saltitos sin hacer demasiado ruido, eso le molesta mucho. Son los nervios, la excitación y las ganas de llegar. El camino se le está haciendo eterno. Pensó que lo mejor sería hacer el viaje en tren. Ahora van rápido como los fórmula 1. Pero no se puede fumar. Lo ha intentado todo. Si hubiera llevado el coche, las ventanillas irían abiertas, sonando la salsa a tope, moviendo los hombros y la cabeza , el pitillo encendido en los labios.

- Yo dejo esto cuando quiera. Pero no quiero. Qué ostias!!!...cuando tenga tiempo y me lo piense mejor. Ahora no toca. El día que quiero me fumo uno cada tres horas. El día que se me cruzan los cables en tres horas me he fumado un paquete. Y qué pasa coños???...

Va camino Madrid-Granada. Serán unas horas interminables pero el viaje merece la pena. Una tipa dura del foro. De toda la vida. Va a más de doscientos por horas por unos raíles infinitos, como una loca, en busca de un osado pirata del siglo XXI que la espera a las puertas de un mar infinito de sensaciones. Entre tanta velocidad y ansiedad por llegar, el tiempo de espera en el vagón va minando poco a poco. Ha probado de todo. Comer pipas peladas. Chicle de menta y canela. Regaliz rojo y negro. Ojear tres revistas. Mirar Sms antiguos. Nada. No se concentra. El revisor que va y viene. Niños que pelean por sus “Game Boy”. Sus padres que les gritan en voz bajita para que los pasajeros no se quejen al revisor. Una mulata jovencísima que pellizca a un viejo adinerado. Se ve a lo lejos que van al bar. Ella le sacará los euros. El se sentirá más joven, pero no culminará la faena. Fijo.

Todo un baile de personajes que van y vienen. Los ojos de Coco pasaron del estar abiertos. De la sorpresa, a la fura, a la indiferencia. Es como si todo ese trajín tipo “hermanos Marx en el camarote” de repente comenzara a relentizarse. El revisor desaparece. Los personajes. La luz se atenúa. El silencio se apodera y los ojos de Coco se van cerrando como en un dulce sueño. Un ligero traqueteo, como si ahora ya fuera sobre un viejo tren de madera y carbón. El pitido suena sin estridencias. Tiene para ella un vagón completo. No hay más luz que la que le rodea como en una caricia invisible. Sin aviso alguno, unas manos la rodean. No hay más allá. Cierra los ojos y se deja llevar, acaso, por sensaciones nuevas.

No puede moverse. No intenta gritar. Ni se asombra, ni se sorprende. Ese tacto no es nuevo. Esas manos no son desconocidas. Coco lejos de asustarse cierra con más fuerzas sus ojos. Baja su pierna izquierda al suelo y entreabre sus piernas delicadamente, como esperando caricias conocidas. Siempre ha sabido jugar y apostar fuerte. Siempre ha sabido que apostar no siempre es ganar. Que ganar es pasajero y que cuando se pierde la carne arde, por la ira y la rabia, con un olor indescriptible, afortunadamente pasajero. Siempre ha sabido saltar de un tren en marcha.

Ahora no quiere que sus ideas la puedan. Ahora aprieta los ojos y desea que hablen los poros, que la piel se erice, que los gemidos sean la bandera y la patria en esos instantes robados al tiempo. Ahora sólo es sexo. Pero siempre la curiosidad le puede, entreabre uno de sus ojillos pícaros y el espectáculo es indescriptible.
Poca luz, muchas velas encendidas. Moviéndose tímidas y coquetas. Multicolores. Regalos sobre una cama recién hecha. El cava preferido. Helado. Un pirata desnudo el torso. Tapado el ojo. Las manos más ligeras que el viento del Sur y mas calientes que las arenas del deseo. Mierda, para qué seguir mirando. Mejor cerrar los ojos y disfrutar el momento, piensa Coco. Un vagón carnal e íntimo, para ellos dos solos. Los gemidos se unen al pitido de la locomotora que arde sobre el rail que roza el cuerpo y el deseo más excitado, más soñado e imaginado que en cualquiera de sus aventuras pasadas inventadas, vividas o deseadas.

Coco atrapa con sus piernas una mano pirata, muerde como tiburón, rasga como pez espada. Canta y grita como sirena alocada. Salta sobre el pirata camaleón, le derrumba, le dribla, se deja acariciar y desfallece para saltar de nuevo sobre su presa. Se convierte en loba y sumisa con tanta rapidez, que no es fácil distinguir quién es capitán y quién grumete. Mojada entre el fuego de babor y las velas al viento, el sabor de la victoria y la tensión de la revuelta va dejando los cuerpos derrengados entre el placer y el cansancio. Para qué parar a comer, a beber. Roban al tiempo, lo que pueden entre arañazo y arañazo.

- Señorita. Es la hora de bajarse. Usted y el tren han llegado a Granada.

Coco abre los ojos. Poner cara de que por supuesto ella es consciente de haber llegado a su destino. Cierra las piernas, discretamente, tose delicadamente, se pone bien las gafas con su índice derecho y como una gacela se despide amablemente.

Al salir al anden, a lo lejos, alguien con ojos de oso panda, la recibe bailando como los lobos jóvenes. A Coco se le estremece el cuerpo. Se le eriza la piel. Se funden en un beso insultante, carnoso y sin límites.

- Cariño, vamos. Te tengo preparado una sorpresa. Sólo te diré que no saldremos de mi keli este finde. Lo tengo todo preparado.
- Lo que quieras amor. Espero llegar para ver las velas, mis regalos, y el cava bien fresco.
- Cómo????... cómo puedes saberlo???... yo soy un pirata, pero tú eres la bruja más hermosa que jamás he visto. Si me entero que mi colega te ha mandado un Sms, para chivartelo todo. Le mato.

Coco atrapa por la cintura a su pirata. Le grita, en voz baja, al oído. Cierra los ojos. Soñemos un instante, eterno, más.
En Granada se puede oler la jara y la retama, el azahar y la canela. Los versos del poeta se escuchan como susurros entre las callejuelas mientras los amantes se tumban sobre la seda invisible de la tarde cómplice.
Mereció la pena el viaje.


Tu vecino del 4º

Posdata: qué fácil es soñar en Granada, qué fácil es soñar donde se quiere soñar. No pierdas ese encanto y esa magía Coco. (ronnnnnnnnnnnn...la boteelllllaaaaaa de ronnnnnnnnnnn!!!!!)...



martes, 25 de septiembre de 2007

Mariqui en Berlín.-















Son las siete treinta de la mañana, cuando me levanto tan temprano, raro en mí, siempre me digo:

- Mariqui!!!!...ánimo, que sea la última vez. Si el jefe te ha confiado esta reunión tan importante es porque, en el fondo, sólo confía en ti.

Eso no me alivia el sueño demasiado, ni me soluciona qué hacer con estos pelos a estas horas, pero reconforta un tanto. Miro el despertador y tengo que contenerme para no escupirle en un gesto hostil, pero una chica como yo, de momento, no hace esas cosas. Estoy en Berlín, el día amaneció gris profundo y frío por demás. Me pongo un tema, en mi ipot, de Bon Jovi para activar la sangre y recordar las cosas importantes. Pido que me suban un té blanco con unas pastas integrales alemanas, algo de miel y un poco de chocolate negro, pido una de esas pequeñas cajitas con una selección variada, con pequeñas porciones, de diferentes países. Necesito reponer fuerzas. Después del desayuno, me comeré el mundo, esa reunión es decisiva y tengo que arrasar. Estarán los franceses, siempre tan desconfiados, los alemanes que creen que son los únicos que trabajan, habrá algún japonés, entre risas y risas les conquisto a todos, les presento el proyecto, cierro la operación y el jefe me da unos días de vacaciones. Lo prometido es deuda.

Estoy empezándome a desnudar para irme a una ducha rápida cuando golpean mi puerta. Rápidamente busco el albornoz blanco y me lo ato bien para salir a abrir la puerta. Debe ser el té encargado. Son dos camareras alemanas, lo cual me sorprende. Por su edad, parecen estudiantes con uno de esos trabajos por horas para poder mantener los gastos del piso. Se ve a primera vista que además tienen cierta complicidad entre ellas. Unas veinte añeras exultantes, unas figuras increíbles, unos ojos azules profundos como el mar del sur. Qué hago yo a estas horas haciendo la ficha a dos desconocidas???.
Subo el volumen, Bon Jovi, suena atronador, les indico dónde dejar lo que traen, me doy la vuelta y les digo adiós ya de espaldas, mientras indiferente dejo caer mi albornoz para entrar al agua que cae humeante. Una ducha rápida para mí no son ni dos minutos. Cuando salgo, allí siguen ellas.
No puedo creérmelo. Están desnudas. Sus miradas recorren todo mi cuerpo como si me acariciaran en la escasa distancia. Como si pidieran permiso para acercarse un poco más. Un aroma a jazmín inunda toda la sala, una de mis grandes debilidades, hay algunas velas encendidas, con las galletas y el chocolate han formado un corazón entorno al té. Una de ellas sostiene el recipiente con miel sobre su mano.
Mi cuerpo humeante aún, desnudo, mojado e inmóvil ante ellas, noto como las gotas me recorren todo el cuerpo. Que quedo parada. No estoy asustada. No tengo miedo. Muevo uno de mis pies para librarme de algunas gotas de agua. Y me digo:

- Que le den a mi jefe. Qué diablos!!!. Estas cosas ocurren una vez en la vida. Nunca he estado con una mujer. Y con este madrugón, mira por donde empezaré probando con dos a la vez. Siempre me dije que una mujer como yo tiene que estar abierta a todo.

Extiendo mis manos como dándoles el beneplácito. No son necesarios más gestos ni más explicaciones. Allí estaba como un ángel con los brazos abiertos, esperando que lo que sus miradas felinas me transmitían en la distancia sus manos y sus labios lo desarrollaran sobre mi piel. Nunca había tenido contacto íntimo con mujeres, sí me había fijado siempre en esas mujeres “bomba” que en todas partes te encuentras, desde la distancia. Me parecía una cosa normal. Son explosivas y atraen las miradas de todos y todas.
Y, ahora, allí estaba yo. Pensando que total tenía tiempo para irme relajada y con buen cuerpo a la dichosa reunión de primera hora de la mañana.
A los pocos segundos estaban envueltos los cuerpos, mezclados los labios, agua, sudor y aromas tan entremezclados que era difícil distinguir entre unos y otros. Jazmín y miel. Chocolate blanco y miel. Apareció buen cava que se envolvía entre gemidos y risas cómplices y en voz bajita. Cerrando los ojos no es fácil distinguir quien te da un beso. El placer cuando se despierta no diferencia entre dedos anónimos. La piel cuando arde no hay manera de apagarla. Me estaba dejando llevar por un camino desconocido, a conciencia, con prisas pero sin límites. Viviría aquel momento sin ningún tipo de remordimientos.

De repente el teléfono sonó atronador. Como nunca, en ningún hotel lo había escuchado. Insistente. Doloroso. No quería abrir los ojos y dejar de saborear aquel festín sensual y excitante. El placer era tanto y el teléfono tan machacón que de un salto. Sobresaltada atiné a dar un zarpazo, sin querer había puesto el manos libres. Continúe en el mismo momento de placer, la misma posición. En el cuarto una voz metálica se escuchó.

-Mariqui. Joder!!!, siempre tienes suerte. Te pido disculpas por el madrugón. Han saboteado el avión de los japoneses. No hay reunión. Tienes el día libre en compensación. Tienes un jefe que no te lo mereces. Mariqui...No des las gracias, no contestes...son tus formas las que más me gustan. Adiós.


El sabor dulce de aquellas palabras hizo que mis ojos se cerraran más que nunca. Mis piernas se abrieron al infinito. Mis labios dibujaron sueños ocultos y un fuego eterno se grabó sobre mis deseos. El eco de unos gemidos tiernos salpicaron sobre un Berlín inmenso.


El vecino del 4º











lunes, 24 de septiembre de 2007

Llegaron nuevos vecinos.-

Qué gozada, cuando llegan a mi edificio nuevos vecinos me encanta. Les hago un seguimiento especial. Y en este acaso además os lo voy a contar.
No sé si estaban o no recien casados, no importa. No sé si eran pareja de hecho, si anteriormente habían vivido con otras parejas... no sé... lo cierto es que aquel mes de abril llegaron un chico y una chica, una jóven pareja. Alquilaron o compraron el segundo-D. Entraron en un piso vacío... llevaba un par de meses con el cartel de sevende-se alquila. Traían dos móchilas, no muy grandes y un maletín de portatil. Todas las ventanas estaban abiertas. No perdieron nada de tiempo, aquel 8 de abril del año pasado según cerraron la puerta de su pisito, dejaron las cosas en la entrada y al llegar al salón ya estaban unidos en un beso de esos de película. Sin apenas moverse sus ropas fueron cayendo al suelo, sin prisas sin dejarse de besar. Aquella misma tarde hicieron el amor una vez en el salón, otra al salir de la ducha un par de veces más antes de quedarse dormidos sobre una vieja manta de cuatros que pusieron sobre el suelo de una habitación.
A la semana siguiente ya les había visto hacer el amor en todas las dependencias del piso que seguía aún sin muebles. Se amaban como dos animales enamorados sin piedad y control.
Comenzaron a traer cosas. Una mesa, un colchón (al suelo directamente), una pequeña lámpara. Algunos cojines.
Pude observar que en la habitanción que tenían el cochón, el portatil y las mochilas era el lugar dónde menos hacían el amor. De hecho, estadisticamente fuí descubriendo que según la casa se llenaba de muebles y más trastos, dismunuía los lugares dónde hacer el amor y en número de veces también.
Posteriormente, pasados unos meses, cuando comenzaron a ser frecuentes las visitas de amigos y familiares, con la casa ya bien colocada, repleta de muebles, incluso se hicieron de un pequeño animal de compañía y unas hermosas plantas... apenas sí hacían el amor.
Hasta que un día me despertaron tremendos ruídos. Desde su piso la chica y el chico comenzarón a tirar cosas al patio común. Sin discutir, sin violencia... sin malas miradas. Poco a poco fueron tirando todo lo que habían reunido en los últimos 6 meses. Varios vecinos de mi edificio de mi edificio comenzaron a gritarles: si no recogeis todo esto nos lo vamos a quedar!!!!!!!!!...
Para entonces ellos habían hecho las paces, con el piso vacío... sobre la pared de uno de los pasillos, que da al patio se amaban como el primer día. A ella le saltaban las lágrimas de placer... a él le escuché decir: "que se lo queden todo, por mí... yo contigo tengo suficiente".
Días después les ví marcharse, llevaban sus mochilas y el portatil. El amor es increible.

El vecino del 4º

(Colgado en la red en Julio 2.006, cuando el pisín estaba en Terra...)

sábado, 22 de septiembre de 2007

Visto y no visto.-




Antes, cuando éramos estudiantes, cuando ser estudiante aún era raro, lo normal era no tener dinero. Cuando digo no tener dinero quiero decir: nada de dinero. Se procuraba aguzar el ingenio y como por arte de magia, sin caer en el delito, siempre buscábamos la fórmula para tener algunas monedas. Ahora, no digo que todos los estudiantes tengan de sobra, pero muchos si tienen unos mínimos importantes: móvil, tarjeta transporte, PC o portátil, conexión ADSl, paga más o menos fija y estable, y algunos van motorizados, los más de los más tienen el auto viejo de papi. Que lo de viejo es por decir algo.


Con estos pensamientos bajé la otra noche, a las tantas, al chino de la esquina. Me dije, qué leches, ahora mismo me voy a dar un capricho!!!. Ojalá hubiera podido hacerlo en mis años de estudiante. Y me dispuse a bajar a comprar algo dulce, mi perdición por cierto, en la tienda de Chun-Xai-Xe (perdón Chun, si no escribo bien tu nombre...). Suele estar todo el día abierta, la llevan marido y mujer. Parece como si jamás se separaran ni un solo instante.
Aquella noche Chun-Xai no parecía estar.
Ella creo que se llama Xai-Lin. Siempre que está su marido jamás te mira a los ojos cuando te cobra. Se mueve con una extremada delicadeza. Es como si continuara andando como sus antepasados. Al ser mujer, cabizbaja, con gestos sumisos, sonrisa discreta, y mirada perdida. Viste como cualquiera de nosotros y sin embargo yo siempre la imagino con un kimono imposible, casi transparente, con dibujos de flores y un enorme dragón dorado.

Esta noche la tienda está sin gente. Una sala cuadrada. Con estanterías discretas alargadas en las paredes y una gigante, de tres pisos, en el centro del pequeño local. El mostrador, está vacío. El televisor encendido con una película de chinos. Ya le he dicho mil veces a mi amigo, que no siempre es la misma, que además es una broma de mal gusto. Cada vez que entramos juntos intenta hacer el mismo mal chiste.
Saludo en voz baja y apenas escucho su respuesta. Ya estoy acostumbrado. Ella está al fondo de la tienda, cerca de la puerta que, seguramente, da al almacén. Sentada, en cuclillas. Pero esta noche me ha mirado directamente a los ojos. Se ha levantado y observo que sus ropas no son las mismas de otras veces. Envuelta en seda casi transparente. El pelo tiene más brillo que otras veces. Entre la seda y mis fantasías de otros momentos entreveo su pequeño cuerpo, perfecto, blanquecino y brillante. Sin que pueda llegar a decir nada. Las puertas del local se cierran. Las paredes comienzan a moverse y transformarse, a mi izquierda dónde antes estaban los lácteos ahora hay bambú tan fresco, tan vivo que si fuera un oso panda daría saltos de alegría. A mi derecha el ruido de una pequeña fuente me lleva cientos, tal vez miles, de años atrás. Frente a mí una puerta milenaria se abre, sobre unas piedras veo varios bonsáis de roble y arce.
Su mirada me ha inmovilizado. Su mano sobre mi pecho acelera todo mi sistema. Comienza a acercarse a mí y yo sin poder moverme , apenas atino a entreabrir los labios. Sus comisuras están ardiendo, dulces y carnosas. Se acerca tanto, que se pega por entero a mí. Sobre una de las paredes siento que la presión es la máxima. Su cuerpo me empuja y me envuelve. No sabría si estamos ya uno dentro del otro. Una brisa mueve mis cabellos alborotados. Alcanzo a escuchar un ruido de fondo. Como si alguien hablara. Prefiero saborear este instante infinito. Este beso del imperio del sol. Con más insistencia escucho que alguien grita al fondo. Es más me están zarandeando el cuerpo????....


- Señol????...señol????... le pasa algo????... está bien????... Qué desea?...señol???... Si no se encuentla bien, yo llamal una ambulancia????...policía???...

Despierto de esos segundos eternos. Y contesto a todas las preguntas balbuceando y entre tartamudeos.

- Algo dulce, venía buscando... algo dulce y no me decido. Además necesito café. Mañana entrego un trabajo importante. Llevo varías noches casi sin dormir. Si no tomo café me quedaré dormido...
- Si clalo...debe sel eso...parecía dolmido con ojos grlandes y abieltos como boca del dlagon...
- Te pido perdón, dame chocolate blanco, esos bombones y dos de café...



El vecino del 4º



martes, 18 de septiembre de 2007

Desayuno con porras.

Una voz susurrante, entre las sábanas en un lugar perdido en el tiempo, cuchichea unas palabras. La luz de la mañana alcanza sutilmente la alcoba, él, espera que tras el arrullo de voz insinuante, las manos, por fin, hagan un recorrido tan esperado. Pero de repente ella se queda paralizada, alza algo más la voz y con un tono un tanto diferente, casi imperativo, se escucha.

-Cariño!!! Ve a comprar unos churritos!!!, estamos de vacaciones, en algo se tiene que notar. Todo el año de dieta y ahora tengo este caprichín!!!...vamos a qué estás esperando???...

Fue todo cuanto necesitaba oír. A los pocos minutos Julián abrió la puerta con sigilo para no despertar al resto de la familia. Los niños duermen como torturadores agotados. Los abuelos roncan como ángeles celestiales después de la tortura. La mujer se da media vuelta y se apodera del resto de la cama. Ella sabe bien que tiene media hora o poco más con suerte de disfrutar de ese sueñecito placentero y en solitario que tanto le gusta.
La mañana no está fresca que se diga. El día promete superar los cuarenta grados a la sombra a eso del medio día. Pero a estas horas el pueblo parece un lugar especial. Las calles solitarias, nada de ruido de motos, ni coches, ni cuaks... los del botellón duermen placidamente. Algún que otro policía local con gafas de sol, soldadas a la cara, dormita sobre su coche, tratando de pasar desapercibido. Unas vecinas barren y riegan en sus puertas.
Andando tardará unos diez minutos en llegar a la churrería. Es tal vez el mejor momento del todo el día. Solo, camina como si cada rincón fuera nuevo. Un universo por descubrir. Una vieja lagartija corre tras una más joven. Una mariposa blanca se posa , por unos instantes, sobre el hombro de Julián. Se presiente el calor que va a venir, mientras saborea los viejos recuerdos de esas callejas que le vieron nacer en su infancia.
Antes, todas las fachadas eran iguales. Hasta una altura de piedra, unida con barro, más arriba de adobe, barro con paja, y con algunos ladrillos cocidos de barro para reforzar las ventanas y las puertas. Todas pintadas de cal blanca.
Ahora todo es distinto. Cada vecino que se mete en obras, como se sigue diciendo, es para intentar que su fachada sea distinta de las demás.
Para qué????... si todos son casas para vivir, para soñar. La apariencias no deberían importar, pero importan. El pueblo, su fisonomía y sus habitantes han cambiado mucho y eso a Julián ni le parece mal ni bien. Julián apenas piensa en esas cosas. De repente se queda parado, una puerta abierta invita siempre a mirar hacia su interior.
Al fondo una joven friega de rodillas el pasillo central de la casa. Como se hacía antes. No puede evitar mirarla procurando no hacer ruido al volverse.
Viste una de esas camisetas, sin mangas, teñidas y una minifalda casi más pequeña que un tanga, por decir algo. Y debajo, intuye que no lleva nada, o al menos ese es el deseo de Julián. Sus ojos pasan a ser de un fiel cordero a un viejo lobo con hambre de días y días.

-Pasa tonto se que me estás mirando. Mis tíos están de viaje. Si quiero salir esta noche tengo que dejar la casa como los chorros del oro. Y además algo me molesta aquí.

A Julián le tiemblan las piernas mientras ella se señalaba entre las suyas. Mira hacia ambos lados de la calle. Una calle que de repente se hace más larga que de costumbre. Infinita. Ardiente.

-Si pasas, cierra la puerta, sin hacer demasiado ruido. Si no deja de mirarme o gritaré y los vecinos acudirán. Y vaya que sí la cerró. Julián es especialista en abrir y cerrar puertas sin hacer ruido. También es un especialista en acatar órdenes sin pedir explicaciones y sin discutir demasiado.

Ella no se molestó en levantarse. Abrió un poco más las piernas y subió un poco más su trasero. El también se arrodilló y sin más prolegómenos Julián empujó como si fuera la primera vez.
Al cerrar la puerta, la casa se había quedado con esa luz a medias. Permitía entrever pero no se apreciaban los detalles. Todo fue más sensitivo. Mientras él gemía para sus adentros y se mordía el labio inferior para no gritar como un lobo. La joven repetía como una vieja cantinela.

-Tengo 20 añitos viejo cabrón. Aprieta que esto no lo encuentras todos los días. Te costaré cien euros, que son los que necesito para la noche. Si te apetece, el próximo sábado vuelve. Y si le dices a alguien que soy una putita, yo misma te corto los cojones.

Julián dejó ciento cincuenta euros cuando vio el DNI de ella. Iba a besarla en la mejilla pero ella se adelantó y le metió la lengua hasta el fondo.

-Eres un sol. El beso por el suplemento. Pareces un buen tipo.

Un beso dulce como nubes de miel. Era la primera que pagaba por aquello. Mejor no darle más vueltas. Al llegar a casa aún confuso solo atinó a decir.

- El de la churrería se ha vuelto a emborrachar anoche. Está el cartel de siempre “Por motivos familiares hoy no abrimos”.

La respuesta no se hizo esperar.

- Vaya cariño, otro día que nos quedamos con las ganas de mojar. Que le vamos a hacer. Tomaré cereales que no me vendrán mal. Vamos muévete que todos estamos hambrientos.


Julián mira al horizonte como si el mundo hubiera nacido esa misma mañana. El calor hoy va ser terrible. Pero el día va a ser distinto. Las noticias dicen que habrá record de temperaturas.

El vecino del 4º

domingo, 16 de septiembre de 2007

Tu también miraste ese día.

En mi bloque, en mi propio piso, siempre tuve un cierto sentimiento de culpabilidad. Y digo tuve, porque ya no. Soy el vecino de cuarto y tengo asumido que también me gusta mirar. ¿Pero no mira todo el mundo?. Aquella noche pude comprobarlo. Desde entonces miro con traquilidad todo lo que me rodea ... ¿ y qué?.
Era viernes. Muy tarde, tan tarde que son esas horas a las que ya no se mira el rejoj, o más aún, ya ni siquiera se ve el reloj. O incluso más... aveces es tan tarde que has perdido el reloj y ni siquiera lo has notado. Volvía a casa, creo que de un botellón de los grandes, de los descomunales. Un macro botellón en algùn luar de la ciudad. Esos detalles ya no importaban. Ahora intentaba subir a casa en unas condiciones lamentables, como de costubre. Algo había aprendido de otras veces.
Vivía en un cuarto y cuando vengo de botellón jamás uso el ascensor. Una sola vez que lo hice me resultó suficiente: volvía también en mal estado, el ascensor se detuvo, el sobresalto me sacó el contendio del estómago tan rápido que me quedé de piedra. Cuando me sacaron de allí me juré para siempre no dejar de hacer botellón pero no volver a cojer el ascensor.

Pero aquella noche todo estaba claro, subía las escaleras hasta el cuarto, a un paso razonable, no importa cuánto tiempo tarde, era mejor que quedarse encerrado. Y tuve suerte. Mucha. Aquella noche la vecina del tercero también volvía de lo mismo. En un estado casi como el mío. Un estado ideal para hablar de cosas que nunca se hablan.
Fuen un buen rato de esos que no imaginas que ocurran. Pues vaya como estamos!!!. Si vaya!!!. Pues anda que el botellón de esta noche ha sido una pasada!!!!. Pues sí!!!!. Me das fuego. No se puede fumar. Pero fumaremos. Que se joda la ley!!!.

Primero fumamos un cigarro, después algo más con el tabaco y acabamos en un rincón del tercero, justo cuando la luz deja de alumbrar, tan entremezclados que no sabría decir quien estaba dentro quien. Fue increible. No sé muy bien qué ocurrió. Pero estuvo bien. Todo demasiado rápido pero fue hermoso. Animal. Esas cosas cosas son así, si se tiene una segunda oportunidad es cuando van más lentas y es cuando empiezas a saborearlas. Pero no pudo ser. Ninguno de los dos olvidamos aquella noche, seguro. Pero ninguno de los dos lo hemos reconocido. Y menos que nos pillaron, que nos vieron. Ahí voy yo.

Todos miramos. Y muchos además se dejan ver. Pero bueno. Aquella noche varios ojos nos estuvieron viendo todo el tiempo, o casi todo el tiempo, como cuando los niños no quieren ver la pelicula de terror, pero siguen viendo. Y lo mejor, no nos delataron. Bien para todos.
Al día siguiente el dolor de cabeza era terrible, pero yo no olvidé nada. Ella supongo que tampoco pero apenas coincidimos por las escaleras, cuando lo hacemos las miradas procuran no cruzarse, un saludo entrecortado y rápido.

El vecino del 4º.

(fecha Publicación: 18 de Julio 2.006 (no digo na...eh?...jejejjejejje)

viernes, 14 de septiembre de 2007

Prueba nº XXX

jejejjejejje... verán no es fácil cambiar de un día para otro las costumbres, el lugar donde se vive, donde se come. De hecho la seguridad la da el "nido", el lugar al que te has hecho después de dar vueltas... en fin... habrá gente que no lo necesite. Yo si. De hecho siempre he sostenido que una mundanza es como una revolución interior, así al menos lo vivo yo. Y de mudanzas tengo mucha experiencia. No las recomiendo. Un día por curiosidad las conté, y creo que se acercan a 20. Si veinte mudanzas. Es una locura. Aunque hablo de mudanzas de casas. Aquí en los Blog, a mí me ocurre igual. Me gusta pisar "mi territorio". Eso me da seguridad. Puede que sea una de las miles de manías que cada uno de nosotros arrastra, unas veces conscientemente y otras ins. En fin.

Que aquí estoy tratando de ponerme al día. Y he pensado en hacer un doble esfuerzo. Por un lado seguiré mirando desde mi 4º piso y les contaré lo que veo. Y por otra, como ya les dije... Les daré a conocer las cosas que ya había visto en mi anterior etapa. (en otro Blog, en otro lugar, en otros momentos)...

Bueno...uffffffff... pues eso es todo...ahora parece que está más claro lo que quiero. Y así se lo cuento. Espero además poder organizar este piso de tal manera que quede claro. Los textos anteriores, irán fechados con su fecha original (para no despistar más al personal). Sencillo no????... Tengo la impresión que a veces todo lo sencillo acaba siendo complicado. Y al revés también. Las cosas más complicadas en manos de un niño es lo más sencillo del mundo.

Gracias por la paciencia y los ánimos que me dan.

Su vecino del 4º

jueves, 13 de septiembre de 2007

He vuelto de vacaciones

Lo reconozco. Yo también ansío las vacaciones. Yo también viajo. Yo también paso todo el año soñando con las pasajeras vacaciones. Yo también marcho y desaparezco. Soy de los que no contesta al móvil ni a los mensajes cutres, a veces, ni siquiera a los importantes. No soy tan raro. Sólo soy un vecino más del cualquier cuarto piso que le gusta mirar y que lo reconoce. No como otros muchos que también miran y no lo dicen que también sueñan cada día con no ir a trabajar y jamás lo confiesan. Qué su único sueño es tener un dinerito, mucho claro, pero mucho, mucho, para desaparecer delante de las narices del jefe sin recoger el finiquito y despidiéndose entre insultos y vítores. En fin. Os contaré un secreto.
Mi terapeuta, porque sí, yo también voy al psicólogo, no sé para qué, pero voy...pues eso él me recomendó un lugar para curarme, para dejar de mirar a todas horas, para dejar de ver a escondidas, para dejar de perseguir las historias de los demás... bueno eso... él quería curarme. Me envió a una clínica muy especial. Yo aún no sé de qué demonios he de curarme. Pero les contaré.
Me recibieron con todo tipo de sonrisas, no me extraña cobran una pasta, amabilidad, todo muy armónico, aséptico, equilibrado, futurista, todo demasiado perfecto para poder curarme. Estuve sólo una noche y casi me vuelvo loco, todas las ventanas estaban selladas, no daban a ninguna parte, sólo se veían imágenes para relajarse y soñar. Nadie al otro lado del pasillo, no se oían voces, no podía hacer el seguimiento ni siquiera de una mosca. Todo perfecto para sus planes. Ellos creyeron que me curaría. Yo pensé que me volvía loco. Al día siguiente rapté al que pretendía servirme un desayuno con toda la amabilidad del mundo. Les hice que me soltaran. Tuve que firmar mil documentos. No me devolvieron el dinero. Pero puedo seguir siendo el mismo de siempre.
En unas horas había conseguido un crédito-expreso para poder escaparme a un vulgar apartamento en el sur de nuestras repletas playitas. Una locura desde mi ventana tenía la piscina y la entrada a los apartamentos controlados, permanentemente. Por las noches la piscina seguía siendo el centro de perversión y lujuria. Estuve tres días sin salir del apartamento, todo me lo servían allí, comida, bebida, chuches, frutos secos... Vengo de las vacaciones más enfermo que nunca pero con los ojos aún enrojecidos. Apenas pude dormir. Ya les contaré. Mentes enfermas, seguro que ya están pensando en lo peor... y cierto... aciertan. Pero deberán esperar para otro momento. Ahora tengo que ponerme al día en mi piso. Desde el cuarto sigo siendo el dueño de todo lo que pasa en mi edificio.
El Vecino del Cuarto. 3 de Septiembre 2006

(si os fijais en la fecha así empecé, más o menos...jejejejjejeje)

Estoy haciendo arreglos...

...bien... con tanta mudanza andamos todos un poco revolucionados... he pensado que para la gente nueva que me visite, y para los ya conocidos... os pondré textos de cuando empecé mi primer texto. Creo que puede ser una manera de irnos todos acostumbrando a este nuevo espacio...espero que es parezca bien, mientras tendré tiempo para ir haciendo reformas, haciendo con los espacios... en fin...ya iremos viendo...

el vecino del 4º

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Pasen y miren...

Abro de nuevo mi ventana, desde este mi Cuarto piso (4º), soy el vecino del cuarto, pasé por aquí y he pensado en contarles cuanto veo desde mi piso. Quién no ha mirado desde su ventana, quién no ha soñado, imaginado...Todos somos un poco el vecino del cuarto, lo reconozcamos o no... en fin... pasen y miren... aquí estoy...

Besos desde el otro lado de la la ventana
Desde el otro lado de la luna

El vecino del 4º