lunes, 24 de diciembre de 2007

El árbol de los deseos.-


El árbol de los deseos.-


...Como todos los años por estas fechas los bellacos se esfuerzan en ser mejores, los malvados apenas atinan a sonrreir a los niños pequeños, como todos los años los amantes por estas fechas hacen más veces el amor y con más intensidad. Como todos los años por estas fechas, sigo creyendo que las buenas gentes apenas hacen cosas diferentes al resto del año.

Desde mi ventana veo, como todos los años, el árbol de los deseos. Los sueños son las sombras de los hombres, nos acompañan desde los mísmos sueños hasta ese último de los suspiros.


Continúo viendo desde mi ventana, en el horizonte, un árbol de los deseos, con guirnaldas de besos, con gémidos de menta y fresa, con alarídos de placer y canela, con bánderas invisibles y sin fronteras, con discursos escritos en el aire con tinta de pasión y hierba buena. Un árbol, aveces, invisible a muchos ojos, pero que rodea nuestros secretos.

Como todos los años por estas fechas, las palabras se me hacen versos, los besos se me hacen letras, los gemidos son el camino, su cuerpo es mi vereda...

Como todos los años por estas fechas, la navidad me cabe en una vela, los deseos saltan de la cesta...



Felices fiestas vecinas/os...


Vuestro vecino del 4º

domingo, 16 de diciembre de 2007

Jugador de póquer.-


En mi edificio tengo de todos los estratos sociales como vecinos, uno de los que es más curioso por su oficio, sin duda, es aquel que todos llaman el jugador de póquer. Nadie lo ha conocido ningún otro oficio. Un tipo que vive bien. Viste bien. No le falta de nada. Un ser solitario que trabaja de noche y duerme, la mayor parte del día. Yo le suelo hacer el seguimiento de vez en cuando. A veces trae compañía y eso lo hace más interesante. De una edad imprecisa, no pasa de los cuarenta y cinco pero se cuida bien y digamos que podría pasar por menos edad, si a esto le añadimos que cuida estrictamente la dieta, que la altura está por encima de la media, que su rostro es favorecido por los cánones de estética actuales, o sea el tipo está bien. Y eso que yo de hombres no entiendo. Intento ser objetivo y aportar nada más que datos. Uno de esos solteros de oro, solitarios y difíciles de cazar. Debe de tener algún secreto.


Por las habladurías, con las cartas debe ser bueno, auque también cuentan que en alguna ocasión anduvo metido entre rejas, desde luego que no lo parece. Si pasó unos años a la sombra, además por culpa de una fémina, según apuntan, eso podría confirmar su costumbre de lobo solitario.


Esa noche él llego tarde, mucho, yo estaba apunto de irme a dormir pero sus movimientos me dieron que pensar y apuré unos instantes, lo suficiente como para ver algo curioso. Según llegó a casa se quitó la corbata y arrojó lo zapatos lejos como si le molestaran, la chaqueta la dejó caer en el suelo sin importarle si se arrugaría o no. Se puso cómodo. Por lo que estaba viendo no se disponía a cenar, ni a ver una película, ni a ordenar la casa. Abrió un mazo de cartas nuevas. Extendió el tapete verde para jugar a las cartas. Bajó la lámpara que había sobre la mesa. Todo hacía pensar en una timba de cartas, ilegal, por supuesto. Aquello me interesó. Esperaría los acontecimientos sin prisas. El sueño se me despejó y me dispuse cómodo y atento para no perder detalles. La mesa dispuesta, la música baja, él seguía solo. Quién vendría a jugar???.


De repente cuando todo parecía estar preparado, se alejó hacia su cuarto, supuse que llamaría a los invitados. Pero no. De repente apareció con una muñeca hinchable, la sentó, la acarició sin demasiado interés y sin mediar palabra comenzó a jugar contra ella. No comprendía nada. Partida tras partida veía como mi vecino perdía contra una muñeca que ni siquiera pestañeaba. Al comenzar la partida ambos tenían un fajo de unos tres mil euros, calculo yo. A medida que pasaba el tiempo él se queda sin dinero. No perdió la calma. No se inmutaba, ni le temblaban las manos, ni sudaba, tampoco se levantó de la mesa en ningún momento. Él, que fuera ganaba siempre, era su oficio, su modo de vida. En casa perdía la mayoría de las partidas. Hasta que se quedó sin un céntimo. Increíble. Incluso imploró la última partida, como si pidiera un préstamo, uno de esos pagares de juego que tienes que pagar más tarde o más temprano. También la perdió.


Al terminar la partida, sin decir nada. Apesadumbrado, fue apagando las pocas luces que quedaban encendidas, pude ver como se arrodilló para meterse bajo la mesa. La muñeca inmóvil con unos ojos perdidos, mirando al infinito. Ví como él tuvo que pagar de alguna manera aquella última partida perdida. Sin rechistar. Ella a cambio nunca le diría que la deuda estaba saldada.


El vecino del 4º

(fecha de edición anterior 18 Septiembre 2006)

domingo, 9 de diciembre de 2007

La Caja de Pandora.-




Os voy a contar un secreto. Ayer mañana abrí mi caja, sí, la temida caja de Pandora. Sólo un instante. El resultado no se hizo esperar, de repente como si me hubiera cambiado de mundo, de vida, muchas cosas dejaron de tener sentido. Tuve, al instante, esa sensación de tener uno de esos días en que no se sabe si vas o vienes. Como si, de repente, todo se me hubiera olvidado. No sabía si tenía que ir a trabajar, si alguien me estaría esperando. No recordaba dónde vivía. Quién era mi familia, mis amigos, mis vecinos. Siendo casi consciente de la situación se me escapó entre los labios:

- Qué diablos estoy haciendo yo aquí???. En una casa tan grande, sin nadie. Ahora mismo me pongo en marcha. Me marcho. Voy a comerme el mundo, hasta que me indigeste. Hasta que sacie este hambre que noto en mi interior.

El cuerpo me tiembla ligeramente cuando cierro la puerta y me dispongo a alejarme sin despedirme de nadie. Contoneo mi cuerpo sin preocuparme de los demás, unos curritos en la obra de la esquina dejan de trabajar al pasar a su altura, noto como huelen mis deseos, resoplan y se les hincha el pecho, se sonrojan y bajan sus miradas, no resisten que yo levante la mirada, que les mantenga ese pulso silencioso. Mis pechos marcan el terreno con una fuerza desconocida para mí. Erguidos, provocativos, a la espera de sus respuestas. El jefe de obra se acercan y como niños se alejan cada uno para un rincón. Se esconden como perros amedrentados. Me siento mojada por dentro, una sensación de triunfo hace que mi ojos brillen como el fuego.
Paro un taxi con el dedo índice. Con un gesto de aquí, a mis pies. El taxista no se hace esperar a los pocos minutos me insinúa que paremos en el motel de carretera. Yo más atrevida le digo que si quiere desahogarse ahora mismo, si se atreve a probar la fruta prohibida que pare en el anden. A continuación bajó la mirada, sumiso y dócil como un gato, pisó el pie del acelerador y me volvió a recordar el lugar dónde me llevaba. El resto del trayecto no pudo cruzar su mirada con mis ojos, no volvió a decir nada. No habló ni siquiera del tiempo.

Aunque la aventura me pareciera un solo segundo. He debido recorrer muchos kilómetros. Está anocheciendo. El taxista ha parado al instante a mi voz de mando.

- No de más vueltas. Es aquí. Sabrás que no vas a cobrar nada. Si abres la boca, me voy a la comisaría mas cercana. Adiós. Hasta nunca.

Antes de que pudiera reflexionar sobre todo lo que me estaba ocurriendo, sin saber muy bien cómo, me encontré subiendo por unas escaleras. El cuerpo me estaba llevando hacia un cuarto piso de un lugar desconocido. El cuerpo me ardía. Los deseos más ocultos corrían por mi mente sin ningún tipo de control. Me imaginaba, de repente, atada a su cama, me devoraban unos labios carnosos, las piernas me temblaban. El cuerpo se me erizaba por momentos. El olor de la lascivia y la carne me aceleraba las pulsaciones de un corazón que no podía controlar. La fragancia de la lavanda, mezclada con rosas y miel estaban cerca, incluso el olor de unas velas que me esperaban encendidas como mis deseos.

Llegué a una puerta que había visto mil veces en uno de mis sueños más inconfesables. No estaba cerrada. No tuve que llamar. Miré el picaporte y lentamente empezó a entreabrirse. Mis pies descalzos, en algún momento debí tirar mis zapatos, me conducían por un pasillo infinito. Una alfombra de pétalos rojizos a mis pies, unos suspiros que se escuchan, unos jadeos que me invitan a cerrar los ojos, mi interior está tan ardiente que noto como voy dejando el rastro de mis deseos por donde paso. Me paro sin saber por qué. Cierro los ojos y entreabro los labios. Un beso de azahar, menta y poleo me lleva hasta uno de mis secretos mejor guardados. Al fin encuentro esos labios. Mi sueño me ha buscado. Mis pies se han dejado guiar. Mis deseos cabalgarán sin rienda, sin pudor, sin fronteras que los detenga.
Mañana poco importa si recordaré algo de lo vivido. Mañana tampoco me preocupará que todo haya sido, tal vez, un sueño. Un deseo.


El vecino del 4º


lunes, 26 de noviembre de 2007

Luna Roja.-





Ayer noche la luna se veía majestuosa. Inmensa. Llena. Presidía el cielo y el mismísimo universo. Como hacía años que no recordaba verla.

Sólo dos días atrás había salido de mi guarida para tomar aire. Para respirar por unas horas aire, al menos un poco más limpio, en realidad se bién que salir de aquí ya es respirar aire más limpio. De vez en cuando tengo esa necesidad, casi costumbre. De repente la ciudad se me queda pequeña y necesito moverme hacia cualquier lugar. Salgo de mi escondite y busco, por lo general, un lugar menos habitado que la urbe. A ser posible despoblado, o casi. Busco tierra para pisar y para abrirla entre mis manos. Busco silencio y si acaso me conformo con las palabras que dice el viento, los graznidos de las aves o las hojas que se arrastran por el suelo. A veces hablar poco es hablar mucho. A veces en el silencio también hay discurso. Y sobre todo encuentras los recuerdos, sin buscarlos.

Y una vez pasado ese pequeño tiempo de terapia de limpieza, el cuerpo me pide volver a la urbe, al ruido, al humo sobre el humo, a volver a arañar al tiempo, al canibalismo urbano en definitiva. Y de vuelta ... ahí mismo. Entre los coches amontonados en la noche del domingo, en el inevitable retorno. Ahí estaba esa luna infinita, presidiendo nuestras vueltas, guiando nuestros destinos, como faro, como incansable y silenciosa espectadora de todos nuestros deseos, todos nuestros sueños. Estaba roja. Alguien apuntó que naranja. Yo la veía más roja que nunca, mi daltonismo crónico me permite ciertas licencias.

Una luna roja que presagiaba una increíble noche a los amantes. En mi cabeza mientras acariciaba el volante escuché miles de suspiros, gemidos increíbles. Vi cientos de sábanas arrugadas por la pasión, húmedas por el esfuerzo. Los relojes se paraban por un instante y en mis oídos bailaban los cuerpos de parejas desconocidas. Anoche presiento que fue una noche de lujuria oculta. No ha sido noticia de prensa, no se comenta en los tajos. Nadie lo reconoce. Pero anoche, sin duda, la luna roja guió nuestros labios hacia la pasión desbocada y sin control. Un secreto más que quedará entre amantes, musas y perdidos.


El vecino del 4º

lunes, 19 de noviembre de 2007

Brevísimo.-



Cuando el mundo me harta, cuando el jefe me increpa, cuando el atasco me rodea, cuando el corazón se disloca, cuando respirar es casi imposible...cuando me noto al límite del abismo. Cuando creo que va a llegar ese instante en que no pueda dar un paso más... Cuando noto que la cólera me atropella, cuando la saliba falta, cuando la respiración se dispara a quemarropa... Suelo cerrar los ojos. Imaginar que me pierdo entre sus infinitos labios. Carnosos. Húmedos. Ardientes. Escucho entre el ruído y el color gris de mi ciudad sus jadeos con una claridad cristalina. Noto en mis manos el latir de sus pechos prietos. Un escalofrío me recorre toda la espalda. Todo se para en un instante. Vuelvo a respirar con calma. Si además al abrir los ojos la veo como llega hacia mí, despojándose de sus ropas, con esos ojos felinos, relamiéndose los labios... acabo pensando una vez más que a este mundo le quedan algunas posibilidades más... Me volverá a devorar, volveré a nacer una vez más y hasta la próxima vez que me sature tendré un recuerdo suficiente para poder caminar por las aceras, para cumplir los horarios, para comprar en cualquier mercado, para luchar en silencio.


El vecino del 4º

martes, 6 de noviembre de 2007

Miss T.




El humo del garito esta noche está más cargado que otras veces. En realidad todos los garitos, por definición, siempre están cargados por demás. Y siempre la última vez que entro en uno me parece más cargado que la anterior. Parece que todo el mundo está hablando pero en realidad las conversaciones, creo, que son insulsas, falsas, superficiales. No van a ningún sitio. No son conversaciones. No se habla. Son excusas para todo lo demás. En resumen y en definitiva para el sexo.
En realidad me fijo más en cómo se mueve la gente que sobre lo que están hablando. Y hablar, hablar parece que hablen mucho, pero en realidad hablan poco, en algunos casos no hablan nada, en cambio, siempre, se mueven demasiado. Son movimientos lentos, de ataque, de acercamientos. De fuga. La fuga en Do menor siempre es especial. Movimientos con las manos, con las miradas, a veces actúa el cuerpo entero. Muchos son movimientos finos y sutiles, casi imperceptibles, pero siempre son movimientos de acercamientos de ensayos-error. Pruebas previas a encuentros fugaces. Así es la noche en cualquiera de los miles de garitos que hay en mi ciudad. Amo tanto este tipo de garitos, con la misma intensidad que los detesto. Pero cuando pasas una semana intensa de trabajo, o de estudios, o de soledad en tu casa, en tu trabajo, o en tu universidad. Cuando sales de tu entorno, sola o con más gente, el cuerpo se te dispara y acabas siempre en un garito. Hay también quienes acaban en la luna. O más allá del infinito. Yo les envidio y les acepto. Yo, lo reconozco soy más normal pero no me disgusta.

Hoy, he llegado como otras noches acompañada de un puñado de amigas y amigos. Al poco tiempo el grupo se ha dispersado. Unas andan en los lavabos retocándose siempre las mismas cosas. Otros esperan en la barra y devoran con los ojos sus posibles presas. Yo bebo agua mineral de esa botellita que siempre llevo en mi bolso. Mis labios se humedecen poco a poco mientras doy pequeños sorbitos. A lo lejos aparece un tipo de la nada. De apariencia agradable. Se le ve a la legua que cuida sus detalles personales, va limpio, cómodo, elegante pero sin estridencias de ningún tipo. Rasgos suaves, manos delicadas y ojos limpios, mucho más limpio que el aire que respiramos desde luego. Me invita a salir fuera a tomar aire y no me niego. Lo necesitaba ya.
Nos presentamos desde una distancia de cortesía. Hablamos y hablamos como si nos conociéramos de siempre. El se acerca y ase aleja con pequeños saltitos. No quiere aparentar ser cazador ni demostrar debilidad y miedos ancestrales. Me huele a nuevo. Me suena a sincero. Noto como mi cuerpo pudiera estar empezándose a preparar para acortar distancias. Mi interior se mueve y se templa poco a poco. Sin prisas. El no fuerza nada. Todo me está sabiendo a dulce.

De repente. Como si ya nos lo hubiéramos dicho todo. El tipo me mira con ojos de cordero degollado pero hay algo en él me hace que siga estando en estado de alerta. Se me acerca al oído y me dice unas palabras en voz bajita:

- Tu chupas la polla???...
- Perdón?...-contesto anonadada-.

No puedo creer lo que apenas he escuchado. Mi cara de asombro no hace que se estremezca. Al contrario. El tipo me da una explicación.

-Sí, que si te gusta chupar la polla. Que si eres de las que la chupa o no?... Mientras hablábamos, primero pensé en invitarte a casa, a dormir, es de la única manera que podría verte de nuevo para el desayuno. Creo que tu belleza de mañana debe ser increíble y no quería perdérmelo. Mientras pensaba en todo esto. De repente se me vino a la cabeza la pregunta. Dime. La chupas o no?...


Me di la vuelta sin contestar nada, logicamente. Tome el primer taxi, que por suerte pasó en ese instante, menos mal. Tomé aire antes de decirle al conductor:

- A Mártires Concepciones número 18. Por favor.

Pensé que la noche para mí había terminado. Procuré no moverme en el trayecto. No pensar en lo que me había sucedido. Ni pestañee. Ni me molesté en despedirme de mi gente. Envié un mensaje múltiple: “Me ha surgido algo. Nos vemos gente”. El taxi pasó cerca de Ventas, unos amantes retozaban sobre una farola a oscuras. Madrid puede gastarse millones en túneles, pero no repone una bombilla de seis euros en mi barrio. Comprendo que a los amantes no les importe, a mí me indigna.

Ya en la cama respiro profundamente. Uno de mis dedos comienzan a jugar con la frontera de mis sueños y mis recuerdos. Suavemente. Sin darle importancia. Mi cuerpo estaba preparado. El muy estúpido se lo ha perdido. Respiro para cerrar más que nunca mis ojos. Suena delicadamente el timbre de mi puerta. Sin miedo me levanto. Le conozco de otras veces. Es mi vecino del cuarto. Sé que no viene a por sal ni a por azúcar. Hace tiempo que es como si oliera mis derrotas, mis desencuentros. No me pide explicaciones. Yo no necesito contarle nada. Abro, sin mediar palabras él cruza el pasillo, se sienta al fondo sobre mi cama. Espera que me vuelva a acostar. Me arropa. Me besa en la frente y abre su libro de relatos. Mientras me sujeta una de mis manos lee en voz alta su último texto. Su voz delicada se desliza en el aire. Siempre le doy la aprobación con un gesto de mis ojos. Le escucho atentamente. Mi otra mano se pierde entre las sábanas de raso. Buscándome mi centro sensitivo. Su voz resuena por toda la alcoba. La luz de la ciudad es hermosa, las musas están por todos los rincones. Es la hora de la fantasía y de los amantes secretos.

Se que mañana me levantaré con un dulce sabor en los labios. El día será el mejor de mi vida, como otras veces. Sobre los cristales de mi ventana mi vecino dejará escrito un pequeño verso con el carmín que tanto le gusta. Lo primero que haré será desayunar para salir a comprar un ramo de flores.

El vecino del 4º

viernes, 2 de noviembre de 2007

La reforma, la mesita de noche y el lavabo.-

Han vendido un piso en mi edificio. Por fin, eso mueve mi vida por un tiempo. La transforma, la revitaliza. Habrá vecinos nuevos, nuevas cosas que ver. No pierdo detalles, me comporto como un niño cuando venden un piso, como si fuera a ser la fiesta de tu mejor cumpleaños, mucho mejor que los reyes en enero. El caso es que a los pocos días de la venta, formalizados los documentos, hubo movimiento de gente. Supuse que arquitectos, constructor, alguna que otra mujer, sola, acompañada. Andaba despistado, no tenía suficientes datos. No lograba configurar quién o quiénes serían mis próximos vecinos. La reforma no se hizo esperar, el ruido y el polvo fueron inevitables. Los comentarios llegaban desde todos lados. El conserje se quejaba que a él no le mandaba nadie, con malos modales menos, y de la obra ni hablar. Los que padecieron la obra más de cerca se quejaron por todo: el ruido era insoportable, tenían pesadillas con posibles inundaciones, que al paso que iba la obra sería como la del Escorial... Yo cada día más emocionado. Ahora sabía que me esperaban buenos momentos. Quien había pensado en la reforma debía de ser alguien muy especial. De entrada todos los tabiques fuera. Sólo dejó las cargas imprescindibles para que el piso no se viniera abajo. Un piso, una sola estancia. Eso por lo que los jóvenes ahora se pelean un loft. Un lugar que de entrada me empezó a interesar cada día más. Sería el lugar ideal para no perder detalles. Así fue. Las obras se agilizaron. Turnos de mañana y tarde. Todos los permisos en regla, ni una sola de las quejas paralizó la obra. Todo legal. Todo correcto el nido estaba siendo construido sin retrasos. Mi imaginación volaba más rápido que la obra sin duda alguna. Los carpinteros fueron los últimos en terminar. El olor a barniz inundó mis sueños más profundos. Estaba a punto a de conocer a los dueños????. Aún no sabía con certeza quién o quiénes eran. Aquella noche de abril no la olvidaré jamás. Hacía unos días que todo parecía tan en calma en el piso recién estrenado, que algo estaba apunto de ocurrir. Era evidente. Ya a altas horas de la noche llegó una extraña pareja. Me despertó el ruido al subir algunas de sus persianas. Ya estaban en mi poder. A mi alcance. No dieron muchas vueltas al pisito. Todo diáfano. Todo a estrenar. No había pareces que impidieran la vista. No había rincones. Tampoco muebles. Sólo pude alcanzar a ver una cama. Una mesita a un lado y a otro un lavabo. Se amaron como animales del pasado, sin recato, sin límites, sin prisas, sin que nada les arropara. Tras un tiempo impreciso. Alcancé a escuchar unas palabras. O pude imaginarme.
- Bueno... y ahora qué???? – dijo él - .
- Ahora... si tienes sed bebe de la fuente eterna de la pasión. Descansa y más tarde seguiremos -dijo ella- .
El agua cristalina de aquel lavabo inundó todas mis pesadillas por un tiempo. Días más tarde supe que la dueña era ella. El sólo era el arquitecto. Poco más tarde también pasó a visitarla el constructor. El jefe de obra. Los escayolistas. Los oficiales. Los peones. Aún espero mi turno, pacientemente. Yo también, de alguna manera, trabajé en aquella reforma.
El vecino del Cuarto.
19 de Septiembre 2.006

viernes, 26 de octubre de 2007

Cambio climático.-



Mi vecino lleva toda la vida contando, día tras día, todo lo que tiene. Ya desde pequeño era de los niños que tenía más juguetes que todos nosotros. Siempre. A la moda. Los últimos que anunciaban en T.V. A la última. En lugar de jugar con ellos, los contaba. De más mayor contaba los amigos, las nobias, los sobresalientes. Siempre jugó a ser el mejor en todo. Ya en la madurez ha ido contando las herencias que ha ido recibiendo, de las tías, de los tíos, de los abuelos, de sus padres. Tiene tanto y tanta necesidad de contarlo, para asegurarse no sé qué cosa. Que se pasa el día junto a la ventana contando sus bienes muebles, e inmuebles, sus acciones, sus participaciones, sus cuadros, sus colecciones...

Mi vecino aún no se quiere enterar que el cambio climático es uno. No es necesario contarlo demasiadas veces. Con una es suficiente. Esto va en serio. Nos dejará a todos secos. Tiesos. Sin nada. Y entonces qué contará mi vecino???...


El vecino del 4º



Posdata: Lo que ellos, los políticos, no quieran hacer, o lo que los demás no hagan, no debería impedir que uno mismo haga lo que cree que ha de hacer... no????...

miércoles, 17 de octubre de 2007

Paseo sereno y minúsculo.-





Podría querer ser el protagonista de cualquier película, el líder de una banda, el primero de la clase, el más hábil ladrón de mi barrio, el presidente de la comunidad de mi edificio...pero lo mío es otra cosa. Con poco me conformo. El sabor dulce de una puesta de sol, incluso vista entre edificios grises y tristes, el olor de la lealtad, pase lo que pase, los sueños de libertad entre mis cuatro paredes, la música de un viejo blus que se arrastra por toda la casa, ese bonsái que me acompaña, atento pero en silencio, en los últimos años...incluso estas pequeñas cosas, son demasiado.
Hoy por ejemplo he decido convertirme en un ser pequeño, minúsculo, apenas perceptible. Sin más. Ella no lo notará, le parecerá todo un sueño hermoso. Eso espero.
Voy caminando sobre su cuerpo, soy una pequeña figura, casi invisible. Haré un viaje sin prisas, sin tiempo. Todo sensaciones.

He aterrizado en la cabeza, sobre sus cabellos, una jungla de suavidad y olores afrutados. Me cuesta adentrarme y recorrer sobre la cúpula de sus pensamientos, de sus sueños, de sus deseos. Me siento a imaginar qué imagina. A soñar qué sueña. Tomo un respiro y busco la salida hacia su frente amplia. Hacia su rostro siempre iluminado por una sonrisa gratis, a cambio de nada. Salir de una jungla inmensa de cabellos y descubrir su rostro abierto me acelera las pulsaciones. Agotado por el esfuerzo reposo, unos instantes, sobre sus cejas. Perfectas. No sobra ni falta nada. No pondría ni quitaría nada. Como un niño guiño uno de mis ojos y salto hasta una de sus pestañas. Sus ojos cerrados me lo permiten, sus labios húmedos me tranquilizan. Su pequeña y juguetona lengua asoma discretamente por unos instantes y vuelve a su dulce guarida.
No puedo resistirme y me acerco a uno de sus oídos y le grito con todas mis fuerzas. Apretando las manos bien fuertes.
-Te quiero!!!!!.
El eco resuena una y otra vez con fuerza dentro de pabellón auditivo.
Ella bien sabe que dosifico esas palabras. Yo bien sé que, esta vez, no me ha escuchado. También intuyo que ahí han quedado mis palabras para siempre. Corro rápido hacia su cuello. Me han entrado prisas y me descuelgo desde su barbilla. El tobogan de muchos de mis deseos. De muchos de mis comienzos. Le muerdo la barbilla y mira hacia el cielo. Así empieza muchas veces un asalto. Sin previo aviso. Esta vez el minúsculo mordisco queda sellado ahí para siempre.

Sus pechos, erguidos, al aire, tan hermosos, tan dulces. No puedo correr. Cómo podría estar en los dos a la vez????... cómo saborear todo al instante???... Elijo el de siempre. Siempre hay uno que va primero. Siempre. Después el otro. Me cuesta escalar. Mi tamaño me está permitiendo este infinito mundo de nuevas sensaciones. Pero el esfuerzo es comparable a esas escaladas que nos cuentan en la “Dos TV”. El sudor y el cansancio no me detendrán. El viaje es desde lo más alto hacia abajo. Hacia los infinitos. Hacia el secretos de los tiempos. El corazón bombea endorfinas por demás. Envueltas con el pasado, con el futuro. Con la experiencia. Yo qué se. Continúo. La carrera se hace alocada. Sobre su vientre. Ahora llego a la meseta central hago piruetas, patino, me revuelco. Me descuelgo dentro de su milenario ombligo. No me cuesta entrar y salir. Un par de veces más, es tan divertido que el cansancio es superado por la excitación del viaje.
Sé que ahora toca llegar al centro de su universo. Descanso antes de abordar el monte de Venus. El sudor me inunda. Las pulsaciones son más altas que nunca. Humedezco mis labios, tomo aire y tiempo para poder continuar. Ya falta poco. Cruzo desde el monte de Venus, desciendo hacia el mejor sus secretos. Hacia ese lugar que siempre es diferente. Que siempre me sorprende. Que siempre me entrega sin condiciones, y yo sigo agradeciéndolo pero sin saber cómo recompensarlo. No es necesario. Ya se.
Estoy dentro de un mundo nuevo. Me dejo llevar, navego entre sus deseos, la temperatura me recuerda cosas, de un pasado impreciso, antes incluso de haber nacido. El placer es infinito. Me quedaría aquí para siempre.

- Amor. Me he despertado con un sabor a ti increíble. Más dulce que la miel. Me dirás que soy tonta, pero he soñado que estabas dentro de mí. Me quedé dormida. Lo siento. Gracias por todo. A veces creo que estas cosas no te las debería contar. Pero se me pasan por la cabeza y tú me miras así... que no puedo resistirme...
- No te preocupes. Yo también me quedé dormido. Sólo que me he despertado un instante antes que tú. No sé que he soñado, pero me he despertado como si hubiera vuelto a nacer. Hacer el amor es una manera de renacer cada día. Y por cierto, nunca dejes de decir lo que pienses. Me encanta escucharte.

La tarde arropa la ciudad dulcemente. Mi barrio sigue siendo bullicioso. Pero aquí se está tan bien.


El vecino del 4º




Posdata: No hay sueño imposible...

viernes, 12 de octubre de 2007

Amor y Sexo a ciegas.-



Ella, mi vecina del tercero "C", lleva meses que no se molesta en buscar nuevos novios. Ha roto con el protocolo de búsqueda. Ahora, sencillamente, alquila hombres, les paga, se desahoga y continúa con su vida como si nada. A mí me parece bien, yo sólo miro por mi ventana, y después aquí les cuento lo que veo. Ella les recibe sin demasiadas explicaciones, sin demasiados rodeos. Cuando abre la puerta se muestra como es. Quieta, frente la puerta, les deja que se identifiquen, su fiel perro Pirata permanece atento, yo no discutiría con él. Suele vestir colores que no llamen la atención, lo que más resalta en ella en esos instantes al verla es su bastón blanco, del que no se separa y sus gafas de sol. Siempre las lleva puesta. Ellos suelen tener una reacción de distancia o frialdad, como de quedarse un poco parados al principio. Cuando todo se aclara les deja pasar. Ellos cumplen su trabajo. A veces creo que con ella se recrean, se dejan llevar más allá. Suelo confirmar que la mayoría no abre los ojos nunca. Comprendo que tratándose de mi vecina ellos tengan ese detalle. Mi vecina disfruta de lo lindo, paga bien y exige resultados, aunque no lo exteriorice. Una vez que comienzan a desnudarla deja de dirigirles la palabras. Se centra en vivir el momento centímetro a centímetro. Es pasiva en la acción pero nadie podrá dudar de que es quien más disfruta en esos momentos. Jamás permite que le quiten sus gafas, ni quedarse sin su bastón blanco en cualquiera de sus manos.Dependiendo de cómo le vaya la economía o las apetencias, suele tener un par de visitas mínimo a la semana. Ya, desde luego, casi la tengo cogida el ritmo, para mí era fácil esperar el momento. El día que llama para un servicio se baña con mucha espuma, en lugar de la ducha rápida, se pone una ropa cómoda y fácil de quitar pero siempre muy sensual, las gafas y el bastón blanco no faltan nunca. En el último momento unas gotas de chanel nº 5 y ya está todo preparado. Después de la cita el rito también se desarrolla con precisión. Él cobra sin mediar palabra alguna. Ella paga con el dinero dentro de un pequeño sobre de papel reciclado, ligeramente perfumado, como no. Ella les despide ofreciéndoles una de sus manos que ellos siempre besan: no muerdas la mano que te da de comer decían en otras épocas, aún se repite en cierta manera, cada día. Cuando se cierra la puerta, tras unos instantes de silencio y al confirmar que el ascensor baja. Mi vecina respira como si hubiera terminado algo importante. Suele apretar las manos en señal de triunfo y da un pequeño saltito. Arroja las gafas sobre el mueble de la entrada y lanza sin piedad el bastón blanco sobre el viejo paragüero. De poco le valen ya ni las gafas, ni el bastón, corre de nuevo, esta vez toca ducha rápida, si no es tarde llamará a las amigas para salir. Llama a su fiel perro con un silbido sensual y suele terminar diciendo:
- Son como niños, juego con ellos, con esos que creen que todo lo saben, que todo lo ven. En realidad no ven nunca nada. El de hoy no estaba mal eh???? Pirata????... te has fijado que tenía tantas pecas que casi me da la risa cuando entró... tú si que eres guapo Pirata, anda ve a la cocina que te pongo la cena. Me tengo que preparar para salir y tú tienes que cuidar la casa como siempre...

El vecino del Cuarto 30 de septiembre de 2006


lunes, 8 de octubre de 2007

Imprevisto.-


Ayer fue uno de esos días extraños.
Nada que ver entre mis vecinos. No escuchaba demasiados ruídos. Todo en una calma chicha muy rara. Poco frecuente. Me cansé de ir de ventana en ventana. Tumbado en la cama el reloj avanza lentamente en un tiempo sin hora, indefinido. Cada vez este silencio me dice menos cosas. Y de repente un ruído me sobresalta. Escucho carreras en el pasillo de la entrada. Algo me levanta de la cama de un salto.

Alguien golpea con prisas pero sin excesos. Me asomo a la mirilla, con tranquilidad, sin sobresaltos. La curiosidad me vence. Veo un rostro alterado, mira a ambos lados como si alguien la siguiera, tiene los ojos rojizos como de haber llorado, el rimel corrido, el pelo alborotado y va casi vestida, algo de ropa en las manos y descalza.
Escucho en voz bajita:

-Vecino, sé que estás ahí. Ábreme la puerta. Vienen los del desaucio. Si me encuentran aquí me detienen. Me han amenazado con cárcel.

No me hago esperar. Sin hacer ruído entreabro la puerta. Es mi vecina. Lleva un par de años en el edificio y creo que no paga al dueño del piso. Pero estas cosas pasan tan amenudo que no he podido no abrir la puerta. Es necesario socorrer en estos casos. Si le hubiera pasado algo no podría quitarmelo de la cabeza.
Ella entra como una gata asustada. Mirando a todos lados, le tiembla todo el cuerpo, sudando y jadeando de miedo. Al cerrar la puerta, instintivamente ella apaga la luz de la entrada.
-Tranquila. Nadie nos ha visto. Ahora estás asalvo. Cuando se cansen de llamar al timbre se irán. Si no tienen la orden, aún no pueden abrir.

Sin mediar palabra se me abraza, unos gemidos imperceptible, un cuerpo que aletea como pájaro caído del arbol. El silencio es toda su repuesta. Yo permanezco inmóvil. Poco a poco se va tranquilizando y su cuerpo se pega más al mío.
-Tonto. Siento haberte asustado. Sé que con estas cosas no se juega. Pero no sabía cómo entrar en tu casa y pedirte azucar o sal es un tópico que nunca funciona.
Su rostro ahora parece otro. Está tan cerca de mí que no puedo evitar aceptar un beso robado.
Sin que pueda decir nada su ropa cae como las hojas en otoño. Me atrapa sobre la pared y una de sus piernas desnuda me rodea sin que pueda hacer nada. Cierro los ojos y acepto un regalo inesperado. Una boca desconocida que recorre cada rincón de mi cuerpo. Unos ojos que me devoran en cada centímetro de mi piel. Unos labios dulces y unas manos maestras. Un día que pasa a ser de gris marengo a rojo imprevisto. Ambos seguimos allí depié, gimiendo como si nos escucharan al otro lado de la puerta. Con un placer contenido todo va lento y rápido. Placer imprevisto y fuego inesperado.

- Vecino ha sido un placer. Tienes fama de ser discreto. Te felicito. Sin algún día dejo de pagar el alquiler, espero que me acojas por unos días mientras busco otro piso.

Mi mano se levanta para decir adios, ella se vuelve y su último beso en mi mejilla, aún resuena algunas noches de madrugada.

martes, 2 de octubre de 2007

La muñeca hinchable.-



Seguramente no me creereis... Pero el último inquilino, en realidad última, en mi edificio ha sido más que sorprende... Ha llegado la nueva inquilina esta misma mañana , justo el día que yo no he ido a trabajar (he puesto una buena excusa al jefe, pero perdonarme que no la cuente, por si lee todo esto, que no me extrañaría...él también es un mirón)...
En serio, no os lo creereis... pero en el tercero, el piso vacío que dejaron la anterior parejita la ha ocupado una muñeca hinchable. Como suena. Han llegado dos tipos de una empresa de mudanzas, han subido al tercero, el portero les ha abierto la puerta, yo interesado he visto todo el proceso. Han dejado un gran cajón en el salón, qué solo tenía una silla. Antes de irse uno de los señores ha visto que en el albarán decía que tenían que abrir la caja y dejar su contenido sobre la silla. Y así lo hicieron. A regañadientes y sin ganas. Un poco alucinados que estaban. Pero lo hicieron. De todas formas, deduje, que les habían pagado también que no pudieron negarse.
Dejaron a la muñeca sobre la silla, eso sí antes tuvieron que inflarla un poco, no se ponían de acuerdo de quien tenía que inflar... en fin un lío. Pero lo hicieron, insisto.
Al marcharse dejaron la puerta entreabierta y no me digais cómo pero empezó una procesión de visitas increibles. El conserje debía de saber algo... y se corrió la voz muy rápido. Qué raro no????...
Los primeros en llegar fueron Tomás y Angel, los jubilados más ancianos del edificio, y sin lugar a dudas también los más pícaros. Entraron con sigilo, llegaron al salón y tuvieron un ataque de risita floja, pero además aprovecharon para tocarla disimuladamente los pechos y alguna cosa más. Después llegaron los quinceañeros de turno que aprovecharon para hacerle un pequeño grafiti sobre uno de sus muslos.
Doña Carmen y Doña Jacinta entraron y salieron rápidamente escandalizadas, aprovecharon para poner sobre sus partes más intimas un pañito de cocina. ¡¡Ellas siempre tan recatadas y tan puritanas!!.
Más tarde algún atrevido se hizo fotos con el móvil, para enviarsela a los amigos, las chicas, tan coquetas como siempre, la pusieron una peluca y varios avalorios... en fin la mayoría de los vecinos fueron pasando. Ya entrada la noche alguien, no diré su nombre, incluso tuvo más que palabras y arrumacos con la increible muñeca hinchable.
Por desgracia a la mañana siguiente se la encontraron desinflada, en el suelo del salón, hecha unos zorros, dicen que incluso la habían cortado con unas tijeras o algo parecido en varios sitios. (se sospecha del viejo lejionario que creyó que era una de sus antigüas amantes...pero nadie dice nada...cosas).
En fin, toda una aventura pasajera. Mi edificio es así. Entran y salen personajes con mucha facilidad.

El Vecino del 4º.
(reconozco que miro... y ????)
(Texto del otro pisín, de Julio/2.007, el calor hacía estragos entre los vecinos...)

lunes, 1 de octubre de 2007

Os presento un ríncón especial...

Hace tiempo que vengo colgando miradas en la red. Son textos con el deseo de animar, de mostrar que todos miramos más allá, que todos tenemos recuerdos, sueños, deseos.
Textos que sobre todo lo que buscan es mantener la fantasía viva.
Son textos, por lo general cortos. La vida que llevamos a veces no nos deja parar demasiado tiempo en el mismo lugar. Por otra parte los que me conoceis del "otro piso", sólo algunos sabeís que también tenía un rincón especial... Allí los llamé "poemas perdidos". Con todo este follón de la mudanza. He vuelto a abrir este rincón especial en este nuevo barrio. Tal vez diferente. Los he llamado "Poemas invisibles".
Os los presento.
Además teneís una propuesta.
Espero que opineis. Que participeis.
La dirección es esta.
http://poemasinvisibles.blogspot.com/

También la teneis desde mis enlaces.

Besos desde el otro lado de la luna
Besos desde el otro lado de la ventana
Gracias por todo.
vuestro vecino del 4º

jueves, 27 de septiembre de 2007

Simplemente, Coco.-









A Coco le tiembla ligeramente una de sus piernas, la izquierda, intenta disimularlo dando pequeños saltitos sin hacer demasiado ruido, eso le molesta mucho. Son los nervios, la excitación y las ganas de llegar. El camino se le está haciendo eterno. Pensó que lo mejor sería hacer el viaje en tren. Ahora van rápido como los fórmula 1. Pero no se puede fumar. Lo ha intentado todo. Si hubiera llevado el coche, las ventanillas irían abiertas, sonando la salsa a tope, moviendo los hombros y la cabeza , el pitillo encendido en los labios.

- Yo dejo esto cuando quiera. Pero no quiero. Qué ostias!!!...cuando tenga tiempo y me lo piense mejor. Ahora no toca. El día que quiero me fumo uno cada tres horas. El día que se me cruzan los cables en tres horas me he fumado un paquete. Y qué pasa coños???...

Va camino Madrid-Granada. Serán unas horas interminables pero el viaje merece la pena. Una tipa dura del foro. De toda la vida. Va a más de doscientos por horas por unos raíles infinitos, como una loca, en busca de un osado pirata del siglo XXI que la espera a las puertas de un mar infinito de sensaciones. Entre tanta velocidad y ansiedad por llegar, el tiempo de espera en el vagón va minando poco a poco. Ha probado de todo. Comer pipas peladas. Chicle de menta y canela. Regaliz rojo y negro. Ojear tres revistas. Mirar Sms antiguos. Nada. No se concentra. El revisor que va y viene. Niños que pelean por sus “Game Boy”. Sus padres que les gritan en voz bajita para que los pasajeros no se quejen al revisor. Una mulata jovencísima que pellizca a un viejo adinerado. Se ve a lo lejos que van al bar. Ella le sacará los euros. El se sentirá más joven, pero no culminará la faena. Fijo.

Todo un baile de personajes que van y vienen. Los ojos de Coco pasaron del estar abiertos. De la sorpresa, a la fura, a la indiferencia. Es como si todo ese trajín tipo “hermanos Marx en el camarote” de repente comenzara a relentizarse. El revisor desaparece. Los personajes. La luz se atenúa. El silencio se apodera y los ojos de Coco se van cerrando como en un dulce sueño. Un ligero traqueteo, como si ahora ya fuera sobre un viejo tren de madera y carbón. El pitido suena sin estridencias. Tiene para ella un vagón completo. No hay más luz que la que le rodea como en una caricia invisible. Sin aviso alguno, unas manos la rodean. No hay más allá. Cierra los ojos y se deja llevar, acaso, por sensaciones nuevas.

No puede moverse. No intenta gritar. Ni se asombra, ni se sorprende. Ese tacto no es nuevo. Esas manos no son desconocidas. Coco lejos de asustarse cierra con más fuerzas sus ojos. Baja su pierna izquierda al suelo y entreabre sus piernas delicadamente, como esperando caricias conocidas. Siempre ha sabido jugar y apostar fuerte. Siempre ha sabido que apostar no siempre es ganar. Que ganar es pasajero y que cuando se pierde la carne arde, por la ira y la rabia, con un olor indescriptible, afortunadamente pasajero. Siempre ha sabido saltar de un tren en marcha.

Ahora no quiere que sus ideas la puedan. Ahora aprieta los ojos y desea que hablen los poros, que la piel se erice, que los gemidos sean la bandera y la patria en esos instantes robados al tiempo. Ahora sólo es sexo. Pero siempre la curiosidad le puede, entreabre uno de sus ojillos pícaros y el espectáculo es indescriptible.
Poca luz, muchas velas encendidas. Moviéndose tímidas y coquetas. Multicolores. Regalos sobre una cama recién hecha. El cava preferido. Helado. Un pirata desnudo el torso. Tapado el ojo. Las manos más ligeras que el viento del Sur y mas calientes que las arenas del deseo. Mierda, para qué seguir mirando. Mejor cerrar los ojos y disfrutar el momento, piensa Coco. Un vagón carnal e íntimo, para ellos dos solos. Los gemidos se unen al pitido de la locomotora que arde sobre el rail que roza el cuerpo y el deseo más excitado, más soñado e imaginado que en cualquiera de sus aventuras pasadas inventadas, vividas o deseadas.

Coco atrapa con sus piernas una mano pirata, muerde como tiburón, rasga como pez espada. Canta y grita como sirena alocada. Salta sobre el pirata camaleón, le derrumba, le dribla, se deja acariciar y desfallece para saltar de nuevo sobre su presa. Se convierte en loba y sumisa con tanta rapidez, que no es fácil distinguir quién es capitán y quién grumete. Mojada entre el fuego de babor y las velas al viento, el sabor de la victoria y la tensión de la revuelta va dejando los cuerpos derrengados entre el placer y el cansancio. Para qué parar a comer, a beber. Roban al tiempo, lo que pueden entre arañazo y arañazo.

- Señorita. Es la hora de bajarse. Usted y el tren han llegado a Granada.

Coco abre los ojos. Poner cara de que por supuesto ella es consciente de haber llegado a su destino. Cierra las piernas, discretamente, tose delicadamente, se pone bien las gafas con su índice derecho y como una gacela se despide amablemente.

Al salir al anden, a lo lejos, alguien con ojos de oso panda, la recibe bailando como los lobos jóvenes. A Coco se le estremece el cuerpo. Se le eriza la piel. Se funden en un beso insultante, carnoso y sin límites.

- Cariño, vamos. Te tengo preparado una sorpresa. Sólo te diré que no saldremos de mi keli este finde. Lo tengo todo preparado.
- Lo que quieras amor. Espero llegar para ver las velas, mis regalos, y el cava bien fresco.
- Cómo????... cómo puedes saberlo???... yo soy un pirata, pero tú eres la bruja más hermosa que jamás he visto. Si me entero que mi colega te ha mandado un Sms, para chivartelo todo. Le mato.

Coco atrapa por la cintura a su pirata. Le grita, en voz baja, al oído. Cierra los ojos. Soñemos un instante, eterno, más.
En Granada se puede oler la jara y la retama, el azahar y la canela. Los versos del poeta se escuchan como susurros entre las callejuelas mientras los amantes se tumban sobre la seda invisible de la tarde cómplice.
Mereció la pena el viaje.


Tu vecino del 4º

Posdata: qué fácil es soñar en Granada, qué fácil es soñar donde se quiere soñar. No pierdas ese encanto y esa magía Coco. (ronnnnnnnnnnnn...la boteelllllaaaaaa de ronnnnnnnnnnn!!!!!)...



martes, 25 de septiembre de 2007

Mariqui en Berlín.-















Son las siete treinta de la mañana, cuando me levanto tan temprano, raro en mí, siempre me digo:

- Mariqui!!!!...ánimo, que sea la última vez. Si el jefe te ha confiado esta reunión tan importante es porque, en el fondo, sólo confía en ti.

Eso no me alivia el sueño demasiado, ni me soluciona qué hacer con estos pelos a estas horas, pero reconforta un tanto. Miro el despertador y tengo que contenerme para no escupirle en un gesto hostil, pero una chica como yo, de momento, no hace esas cosas. Estoy en Berlín, el día amaneció gris profundo y frío por demás. Me pongo un tema, en mi ipot, de Bon Jovi para activar la sangre y recordar las cosas importantes. Pido que me suban un té blanco con unas pastas integrales alemanas, algo de miel y un poco de chocolate negro, pido una de esas pequeñas cajitas con una selección variada, con pequeñas porciones, de diferentes países. Necesito reponer fuerzas. Después del desayuno, me comeré el mundo, esa reunión es decisiva y tengo que arrasar. Estarán los franceses, siempre tan desconfiados, los alemanes que creen que son los únicos que trabajan, habrá algún japonés, entre risas y risas les conquisto a todos, les presento el proyecto, cierro la operación y el jefe me da unos días de vacaciones. Lo prometido es deuda.

Estoy empezándome a desnudar para irme a una ducha rápida cuando golpean mi puerta. Rápidamente busco el albornoz blanco y me lo ato bien para salir a abrir la puerta. Debe ser el té encargado. Son dos camareras alemanas, lo cual me sorprende. Por su edad, parecen estudiantes con uno de esos trabajos por horas para poder mantener los gastos del piso. Se ve a primera vista que además tienen cierta complicidad entre ellas. Unas veinte añeras exultantes, unas figuras increíbles, unos ojos azules profundos como el mar del sur. Qué hago yo a estas horas haciendo la ficha a dos desconocidas???.
Subo el volumen, Bon Jovi, suena atronador, les indico dónde dejar lo que traen, me doy la vuelta y les digo adiós ya de espaldas, mientras indiferente dejo caer mi albornoz para entrar al agua que cae humeante. Una ducha rápida para mí no son ni dos minutos. Cuando salgo, allí siguen ellas.
No puedo creérmelo. Están desnudas. Sus miradas recorren todo mi cuerpo como si me acariciaran en la escasa distancia. Como si pidieran permiso para acercarse un poco más. Un aroma a jazmín inunda toda la sala, una de mis grandes debilidades, hay algunas velas encendidas, con las galletas y el chocolate han formado un corazón entorno al té. Una de ellas sostiene el recipiente con miel sobre su mano.
Mi cuerpo humeante aún, desnudo, mojado e inmóvil ante ellas, noto como las gotas me recorren todo el cuerpo. Que quedo parada. No estoy asustada. No tengo miedo. Muevo uno de mis pies para librarme de algunas gotas de agua. Y me digo:

- Que le den a mi jefe. Qué diablos!!!. Estas cosas ocurren una vez en la vida. Nunca he estado con una mujer. Y con este madrugón, mira por donde empezaré probando con dos a la vez. Siempre me dije que una mujer como yo tiene que estar abierta a todo.

Extiendo mis manos como dándoles el beneplácito. No son necesarios más gestos ni más explicaciones. Allí estaba como un ángel con los brazos abiertos, esperando que lo que sus miradas felinas me transmitían en la distancia sus manos y sus labios lo desarrollaran sobre mi piel. Nunca había tenido contacto íntimo con mujeres, sí me había fijado siempre en esas mujeres “bomba” que en todas partes te encuentras, desde la distancia. Me parecía una cosa normal. Son explosivas y atraen las miradas de todos y todas.
Y, ahora, allí estaba yo. Pensando que total tenía tiempo para irme relajada y con buen cuerpo a la dichosa reunión de primera hora de la mañana.
A los pocos segundos estaban envueltos los cuerpos, mezclados los labios, agua, sudor y aromas tan entremezclados que era difícil distinguir entre unos y otros. Jazmín y miel. Chocolate blanco y miel. Apareció buen cava que se envolvía entre gemidos y risas cómplices y en voz bajita. Cerrando los ojos no es fácil distinguir quien te da un beso. El placer cuando se despierta no diferencia entre dedos anónimos. La piel cuando arde no hay manera de apagarla. Me estaba dejando llevar por un camino desconocido, a conciencia, con prisas pero sin límites. Viviría aquel momento sin ningún tipo de remordimientos.

De repente el teléfono sonó atronador. Como nunca, en ningún hotel lo había escuchado. Insistente. Doloroso. No quería abrir los ojos y dejar de saborear aquel festín sensual y excitante. El placer era tanto y el teléfono tan machacón que de un salto. Sobresaltada atiné a dar un zarpazo, sin querer había puesto el manos libres. Continúe en el mismo momento de placer, la misma posición. En el cuarto una voz metálica se escuchó.

-Mariqui. Joder!!!, siempre tienes suerte. Te pido disculpas por el madrugón. Han saboteado el avión de los japoneses. No hay reunión. Tienes el día libre en compensación. Tienes un jefe que no te lo mereces. Mariqui...No des las gracias, no contestes...son tus formas las que más me gustan. Adiós.


El sabor dulce de aquellas palabras hizo que mis ojos se cerraran más que nunca. Mis piernas se abrieron al infinito. Mis labios dibujaron sueños ocultos y un fuego eterno se grabó sobre mis deseos. El eco de unos gemidos tiernos salpicaron sobre un Berlín inmenso.


El vecino del 4º











lunes, 24 de septiembre de 2007

Llegaron nuevos vecinos.-

Qué gozada, cuando llegan a mi edificio nuevos vecinos me encanta. Les hago un seguimiento especial. Y en este acaso además os lo voy a contar.
No sé si estaban o no recien casados, no importa. No sé si eran pareja de hecho, si anteriormente habían vivido con otras parejas... no sé... lo cierto es que aquel mes de abril llegaron un chico y una chica, una jóven pareja. Alquilaron o compraron el segundo-D. Entraron en un piso vacío... llevaba un par de meses con el cartel de sevende-se alquila. Traían dos móchilas, no muy grandes y un maletín de portatil. Todas las ventanas estaban abiertas. No perdieron nada de tiempo, aquel 8 de abril del año pasado según cerraron la puerta de su pisito, dejaron las cosas en la entrada y al llegar al salón ya estaban unidos en un beso de esos de película. Sin apenas moverse sus ropas fueron cayendo al suelo, sin prisas sin dejarse de besar. Aquella misma tarde hicieron el amor una vez en el salón, otra al salir de la ducha un par de veces más antes de quedarse dormidos sobre una vieja manta de cuatros que pusieron sobre el suelo de una habitación.
A la semana siguiente ya les había visto hacer el amor en todas las dependencias del piso que seguía aún sin muebles. Se amaban como dos animales enamorados sin piedad y control.
Comenzaron a traer cosas. Una mesa, un colchón (al suelo directamente), una pequeña lámpara. Algunos cojines.
Pude observar que en la habitanción que tenían el cochón, el portatil y las mochilas era el lugar dónde menos hacían el amor. De hecho, estadisticamente fuí descubriendo que según la casa se llenaba de muebles y más trastos, dismunuía los lugares dónde hacer el amor y en número de veces también.
Posteriormente, pasados unos meses, cuando comenzaron a ser frecuentes las visitas de amigos y familiares, con la casa ya bien colocada, repleta de muebles, incluso se hicieron de un pequeño animal de compañía y unas hermosas plantas... apenas sí hacían el amor.
Hasta que un día me despertaron tremendos ruídos. Desde su piso la chica y el chico comenzarón a tirar cosas al patio común. Sin discutir, sin violencia... sin malas miradas. Poco a poco fueron tirando todo lo que habían reunido en los últimos 6 meses. Varios vecinos de mi edificio de mi edificio comenzaron a gritarles: si no recogeis todo esto nos lo vamos a quedar!!!!!!!!!...
Para entonces ellos habían hecho las paces, con el piso vacío... sobre la pared de uno de los pasillos, que da al patio se amaban como el primer día. A ella le saltaban las lágrimas de placer... a él le escuché decir: "que se lo queden todo, por mí... yo contigo tengo suficiente".
Días después les ví marcharse, llevaban sus mochilas y el portatil. El amor es increible.

El vecino del 4º

(Colgado en la red en Julio 2.006, cuando el pisín estaba en Terra...)

sábado, 22 de septiembre de 2007

Visto y no visto.-




Antes, cuando éramos estudiantes, cuando ser estudiante aún era raro, lo normal era no tener dinero. Cuando digo no tener dinero quiero decir: nada de dinero. Se procuraba aguzar el ingenio y como por arte de magia, sin caer en el delito, siempre buscábamos la fórmula para tener algunas monedas. Ahora, no digo que todos los estudiantes tengan de sobra, pero muchos si tienen unos mínimos importantes: móvil, tarjeta transporte, PC o portátil, conexión ADSl, paga más o menos fija y estable, y algunos van motorizados, los más de los más tienen el auto viejo de papi. Que lo de viejo es por decir algo.


Con estos pensamientos bajé la otra noche, a las tantas, al chino de la esquina. Me dije, qué leches, ahora mismo me voy a dar un capricho!!!. Ojalá hubiera podido hacerlo en mis años de estudiante. Y me dispuse a bajar a comprar algo dulce, mi perdición por cierto, en la tienda de Chun-Xai-Xe (perdón Chun, si no escribo bien tu nombre...). Suele estar todo el día abierta, la llevan marido y mujer. Parece como si jamás se separaran ni un solo instante.
Aquella noche Chun-Xai no parecía estar.
Ella creo que se llama Xai-Lin. Siempre que está su marido jamás te mira a los ojos cuando te cobra. Se mueve con una extremada delicadeza. Es como si continuara andando como sus antepasados. Al ser mujer, cabizbaja, con gestos sumisos, sonrisa discreta, y mirada perdida. Viste como cualquiera de nosotros y sin embargo yo siempre la imagino con un kimono imposible, casi transparente, con dibujos de flores y un enorme dragón dorado.

Esta noche la tienda está sin gente. Una sala cuadrada. Con estanterías discretas alargadas en las paredes y una gigante, de tres pisos, en el centro del pequeño local. El mostrador, está vacío. El televisor encendido con una película de chinos. Ya le he dicho mil veces a mi amigo, que no siempre es la misma, que además es una broma de mal gusto. Cada vez que entramos juntos intenta hacer el mismo mal chiste.
Saludo en voz baja y apenas escucho su respuesta. Ya estoy acostumbrado. Ella está al fondo de la tienda, cerca de la puerta que, seguramente, da al almacén. Sentada, en cuclillas. Pero esta noche me ha mirado directamente a los ojos. Se ha levantado y observo que sus ropas no son las mismas de otras veces. Envuelta en seda casi transparente. El pelo tiene más brillo que otras veces. Entre la seda y mis fantasías de otros momentos entreveo su pequeño cuerpo, perfecto, blanquecino y brillante. Sin que pueda llegar a decir nada. Las puertas del local se cierran. Las paredes comienzan a moverse y transformarse, a mi izquierda dónde antes estaban los lácteos ahora hay bambú tan fresco, tan vivo que si fuera un oso panda daría saltos de alegría. A mi derecha el ruido de una pequeña fuente me lleva cientos, tal vez miles, de años atrás. Frente a mí una puerta milenaria se abre, sobre unas piedras veo varios bonsáis de roble y arce.
Su mirada me ha inmovilizado. Su mano sobre mi pecho acelera todo mi sistema. Comienza a acercarse a mí y yo sin poder moverme , apenas atino a entreabrir los labios. Sus comisuras están ardiendo, dulces y carnosas. Se acerca tanto, que se pega por entero a mí. Sobre una de las paredes siento que la presión es la máxima. Su cuerpo me empuja y me envuelve. No sabría si estamos ya uno dentro del otro. Una brisa mueve mis cabellos alborotados. Alcanzo a escuchar un ruido de fondo. Como si alguien hablara. Prefiero saborear este instante infinito. Este beso del imperio del sol. Con más insistencia escucho que alguien grita al fondo. Es más me están zarandeando el cuerpo????....


- Señol????...señol????... le pasa algo????... está bien????... Qué desea?...señol???... Si no se encuentla bien, yo llamal una ambulancia????...policía???...

Despierto de esos segundos eternos. Y contesto a todas las preguntas balbuceando y entre tartamudeos.

- Algo dulce, venía buscando... algo dulce y no me decido. Además necesito café. Mañana entrego un trabajo importante. Llevo varías noches casi sin dormir. Si no tomo café me quedaré dormido...
- Si clalo...debe sel eso...parecía dolmido con ojos grlandes y abieltos como boca del dlagon...
- Te pido perdón, dame chocolate blanco, esos bombones y dos de café...



El vecino del 4º



martes, 18 de septiembre de 2007

Desayuno con porras.

Una voz susurrante, entre las sábanas en un lugar perdido en el tiempo, cuchichea unas palabras. La luz de la mañana alcanza sutilmente la alcoba, él, espera que tras el arrullo de voz insinuante, las manos, por fin, hagan un recorrido tan esperado. Pero de repente ella se queda paralizada, alza algo más la voz y con un tono un tanto diferente, casi imperativo, se escucha.

-Cariño!!! Ve a comprar unos churritos!!!, estamos de vacaciones, en algo se tiene que notar. Todo el año de dieta y ahora tengo este caprichín!!!...vamos a qué estás esperando???...

Fue todo cuanto necesitaba oír. A los pocos minutos Julián abrió la puerta con sigilo para no despertar al resto de la familia. Los niños duermen como torturadores agotados. Los abuelos roncan como ángeles celestiales después de la tortura. La mujer se da media vuelta y se apodera del resto de la cama. Ella sabe bien que tiene media hora o poco más con suerte de disfrutar de ese sueñecito placentero y en solitario que tanto le gusta.
La mañana no está fresca que se diga. El día promete superar los cuarenta grados a la sombra a eso del medio día. Pero a estas horas el pueblo parece un lugar especial. Las calles solitarias, nada de ruido de motos, ni coches, ni cuaks... los del botellón duermen placidamente. Algún que otro policía local con gafas de sol, soldadas a la cara, dormita sobre su coche, tratando de pasar desapercibido. Unas vecinas barren y riegan en sus puertas.
Andando tardará unos diez minutos en llegar a la churrería. Es tal vez el mejor momento del todo el día. Solo, camina como si cada rincón fuera nuevo. Un universo por descubrir. Una vieja lagartija corre tras una más joven. Una mariposa blanca se posa , por unos instantes, sobre el hombro de Julián. Se presiente el calor que va a venir, mientras saborea los viejos recuerdos de esas callejas que le vieron nacer en su infancia.
Antes, todas las fachadas eran iguales. Hasta una altura de piedra, unida con barro, más arriba de adobe, barro con paja, y con algunos ladrillos cocidos de barro para reforzar las ventanas y las puertas. Todas pintadas de cal blanca.
Ahora todo es distinto. Cada vecino que se mete en obras, como se sigue diciendo, es para intentar que su fachada sea distinta de las demás.
Para qué????... si todos son casas para vivir, para soñar. La apariencias no deberían importar, pero importan. El pueblo, su fisonomía y sus habitantes han cambiado mucho y eso a Julián ni le parece mal ni bien. Julián apenas piensa en esas cosas. De repente se queda parado, una puerta abierta invita siempre a mirar hacia su interior.
Al fondo una joven friega de rodillas el pasillo central de la casa. Como se hacía antes. No puede evitar mirarla procurando no hacer ruido al volverse.
Viste una de esas camisetas, sin mangas, teñidas y una minifalda casi más pequeña que un tanga, por decir algo. Y debajo, intuye que no lleva nada, o al menos ese es el deseo de Julián. Sus ojos pasan a ser de un fiel cordero a un viejo lobo con hambre de días y días.

-Pasa tonto se que me estás mirando. Mis tíos están de viaje. Si quiero salir esta noche tengo que dejar la casa como los chorros del oro. Y además algo me molesta aquí.

A Julián le tiemblan las piernas mientras ella se señalaba entre las suyas. Mira hacia ambos lados de la calle. Una calle que de repente se hace más larga que de costumbre. Infinita. Ardiente.

-Si pasas, cierra la puerta, sin hacer demasiado ruido. Si no deja de mirarme o gritaré y los vecinos acudirán. Y vaya que sí la cerró. Julián es especialista en abrir y cerrar puertas sin hacer ruido. También es un especialista en acatar órdenes sin pedir explicaciones y sin discutir demasiado.

Ella no se molestó en levantarse. Abrió un poco más las piernas y subió un poco más su trasero. El también se arrodilló y sin más prolegómenos Julián empujó como si fuera la primera vez.
Al cerrar la puerta, la casa se había quedado con esa luz a medias. Permitía entrever pero no se apreciaban los detalles. Todo fue más sensitivo. Mientras él gemía para sus adentros y se mordía el labio inferior para no gritar como un lobo. La joven repetía como una vieja cantinela.

-Tengo 20 añitos viejo cabrón. Aprieta que esto no lo encuentras todos los días. Te costaré cien euros, que son los que necesito para la noche. Si te apetece, el próximo sábado vuelve. Y si le dices a alguien que soy una putita, yo misma te corto los cojones.

Julián dejó ciento cincuenta euros cuando vio el DNI de ella. Iba a besarla en la mejilla pero ella se adelantó y le metió la lengua hasta el fondo.

-Eres un sol. El beso por el suplemento. Pareces un buen tipo.

Un beso dulce como nubes de miel. Era la primera que pagaba por aquello. Mejor no darle más vueltas. Al llegar a casa aún confuso solo atinó a decir.

- El de la churrería se ha vuelto a emborrachar anoche. Está el cartel de siempre “Por motivos familiares hoy no abrimos”.

La respuesta no se hizo esperar.

- Vaya cariño, otro día que nos quedamos con las ganas de mojar. Que le vamos a hacer. Tomaré cereales que no me vendrán mal. Vamos muévete que todos estamos hambrientos.


Julián mira al horizonte como si el mundo hubiera nacido esa misma mañana. El calor hoy va ser terrible. Pero el día va a ser distinto. Las noticias dicen que habrá record de temperaturas.

El vecino del 4º

domingo, 16 de septiembre de 2007

Tu también miraste ese día.

En mi bloque, en mi propio piso, siempre tuve un cierto sentimiento de culpabilidad. Y digo tuve, porque ya no. Soy el vecino de cuarto y tengo asumido que también me gusta mirar. ¿Pero no mira todo el mundo?. Aquella noche pude comprobarlo. Desde entonces miro con traquilidad todo lo que me rodea ... ¿ y qué?.
Era viernes. Muy tarde, tan tarde que son esas horas a las que ya no se mira el rejoj, o más aún, ya ni siquiera se ve el reloj. O incluso más... aveces es tan tarde que has perdido el reloj y ni siquiera lo has notado. Volvía a casa, creo que de un botellón de los grandes, de los descomunales. Un macro botellón en algùn luar de la ciudad. Esos detalles ya no importaban. Ahora intentaba subir a casa en unas condiciones lamentables, como de costubre. Algo había aprendido de otras veces.
Vivía en un cuarto y cuando vengo de botellón jamás uso el ascensor. Una sola vez que lo hice me resultó suficiente: volvía también en mal estado, el ascensor se detuvo, el sobresalto me sacó el contendio del estómago tan rápido que me quedé de piedra. Cuando me sacaron de allí me juré para siempre no dejar de hacer botellón pero no volver a cojer el ascensor.

Pero aquella noche todo estaba claro, subía las escaleras hasta el cuarto, a un paso razonable, no importa cuánto tiempo tarde, era mejor que quedarse encerrado. Y tuve suerte. Mucha. Aquella noche la vecina del tercero también volvía de lo mismo. En un estado casi como el mío. Un estado ideal para hablar de cosas que nunca se hablan.
Fuen un buen rato de esos que no imaginas que ocurran. Pues vaya como estamos!!!. Si vaya!!!. Pues anda que el botellón de esta noche ha sido una pasada!!!!. Pues sí!!!!. Me das fuego. No se puede fumar. Pero fumaremos. Que se joda la ley!!!.

Primero fumamos un cigarro, después algo más con el tabaco y acabamos en un rincón del tercero, justo cuando la luz deja de alumbrar, tan entremezclados que no sabría decir quien estaba dentro quien. Fue increible. No sé muy bien qué ocurrió. Pero estuvo bien. Todo demasiado rápido pero fue hermoso. Animal. Esas cosas cosas son así, si se tiene una segunda oportunidad es cuando van más lentas y es cuando empiezas a saborearlas. Pero no pudo ser. Ninguno de los dos olvidamos aquella noche, seguro. Pero ninguno de los dos lo hemos reconocido. Y menos que nos pillaron, que nos vieron. Ahí voy yo.

Todos miramos. Y muchos además se dejan ver. Pero bueno. Aquella noche varios ojos nos estuvieron viendo todo el tiempo, o casi todo el tiempo, como cuando los niños no quieren ver la pelicula de terror, pero siguen viendo. Y lo mejor, no nos delataron. Bien para todos.
Al día siguiente el dolor de cabeza era terrible, pero yo no olvidé nada. Ella supongo que tampoco pero apenas coincidimos por las escaleras, cuando lo hacemos las miradas procuran no cruzarse, un saludo entrecortado y rápido.

El vecino del 4º.

(fecha Publicación: 18 de Julio 2.006 (no digo na...eh?...jejejjejejje)

viernes, 14 de septiembre de 2007

Prueba nº XXX

jejejjejejje... verán no es fácil cambiar de un día para otro las costumbres, el lugar donde se vive, donde se come. De hecho la seguridad la da el "nido", el lugar al que te has hecho después de dar vueltas... en fin... habrá gente que no lo necesite. Yo si. De hecho siempre he sostenido que una mundanza es como una revolución interior, así al menos lo vivo yo. Y de mudanzas tengo mucha experiencia. No las recomiendo. Un día por curiosidad las conté, y creo que se acercan a 20. Si veinte mudanzas. Es una locura. Aunque hablo de mudanzas de casas. Aquí en los Blog, a mí me ocurre igual. Me gusta pisar "mi territorio". Eso me da seguridad. Puede que sea una de las miles de manías que cada uno de nosotros arrastra, unas veces conscientemente y otras ins. En fin.

Que aquí estoy tratando de ponerme al día. Y he pensado en hacer un doble esfuerzo. Por un lado seguiré mirando desde mi 4º piso y les contaré lo que veo. Y por otra, como ya les dije... Les daré a conocer las cosas que ya había visto en mi anterior etapa. (en otro Blog, en otro lugar, en otros momentos)...

Bueno...uffffffff... pues eso es todo...ahora parece que está más claro lo que quiero. Y así se lo cuento. Espero además poder organizar este piso de tal manera que quede claro. Los textos anteriores, irán fechados con su fecha original (para no despistar más al personal). Sencillo no????... Tengo la impresión que a veces todo lo sencillo acaba siendo complicado. Y al revés también. Las cosas más complicadas en manos de un niño es lo más sencillo del mundo.

Gracias por la paciencia y los ánimos que me dan.

Su vecino del 4º

jueves, 13 de septiembre de 2007

He vuelto de vacaciones

Lo reconozco. Yo también ansío las vacaciones. Yo también viajo. Yo también paso todo el año soñando con las pasajeras vacaciones. Yo también marcho y desaparezco. Soy de los que no contesta al móvil ni a los mensajes cutres, a veces, ni siquiera a los importantes. No soy tan raro. Sólo soy un vecino más del cualquier cuarto piso que le gusta mirar y que lo reconoce. No como otros muchos que también miran y no lo dicen que también sueñan cada día con no ir a trabajar y jamás lo confiesan. Qué su único sueño es tener un dinerito, mucho claro, pero mucho, mucho, para desaparecer delante de las narices del jefe sin recoger el finiquito y despidiéndose entre insultos y vítores. En fin. Os contaré un secreto.
Mi terapeuta, porque sí, yo también voy al psicólogo, no sé para qué, pero voy...pues eso él me recomendó un lugar para curarme, para dejar de mirar a todas horas, para dejar de ver a escondidas, para dejar de perseguir las historias de los demás... bueno eso... él quería curarme. Me envió a una clínica muy especial. Yo aún no sé de qué demonios he de curarme. Pero les contaré.
Me recibieron con todo tipo de sonrisas, no me extraña cobran una pasta, amabilidad, todo muy armónico, aséptico, equilibrado, futurista, todo demasiado perfecto para poder curarme. Estuve sólo una noche y casi me vuelvo loco, todas las ventanas estaban selladas, no daban a ninguna parte, sólo se veían imágenes para relajarse y soñar. Nadie al otro lado del pasillo, no se oían voces, no podía hacer el seguimiento ni siquiera de una mosca. Todo perfecto para sus planes. Ellos creyeron que me curaría. Yo pensé que me volvía loco. Al día siguiente rapté al que pretendía servirme un desayuno con toda la amabilidad del mundo. Les hice que me soltaran. Tuve que firmar mil documentos. No me devolvieron el dinero. Pero puedo seguir siendo el mismo de siempre.
En unas horas había conseguido un crédito-expreso para poder escaparme a un vulgar apartamento en el sur de nuestras repletas playitas. Una locura desde mi ventana tenía la piscina y la entrada a los apartamentos controlados, permanentemente. Por las noches la piscina seguía siendo el centro de perversión y lujuria. Estuve tres días sin salir del apartamento, todo me lo servían allí, comida, bebida, chuches, frutos secos... Vengo de las vacaciones más enfermo que nunca pero con los ojos aún enrojecidos. Apenas pude dormir. Ya les contaré. Mentes enfermas, seguro que ya están pensando en lo peor... y cierto... aciertan. Pero deberán esperar para otro momento. Ahora tengo que ponerme al día en mi piso. Desde el cuarto sigo siendo el dueño de todo lo que pasa en mi edificio.
El Vecino del Cuarto. 3 de Septiembre 2006

(si os fijais en la fecha así empecé, más o menos...jejejejjejeje)

Estoy haciendo arreglos...

...bien... con tanta mudanza andamos todos un poco revolucionados... he pensado que para la gente nueva que me visite, y para los ya conocidos... os pondré textos de cuando empecé mi primer texto. Creo que puede ser una manera de irnos todos acostumbrando a este nuevo espacio...espero que es parezca bien, mientras tendré tiempo para ir haciendo reformas, haciendo con los espacios... en fin...ya iremos viendo...

el vecino del 4º

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Pasen y miren...

Abro de nuevo mi ventana, desde este mi Cuarto piso (4º), soy el vecino del cuarto, pasé por aquí y he pensado en contarles cuanto veo desde mi piso. Quién no ha mirado desde su ventana, quién no ha soñado, imaginado...Todos somos un poco el vecino del cuarto, lo reconozcamos o no... en fin... pasen y miren... aquí estoy...

Besos desde el otro lado de la la ventana
Desde el otro lado de la luna

El vecino del 4º