viernes, 30 de noviembre de 2012

Dijo No.-

 
Desde que nació todo había sido abrir puertas a los que le rodearon, siempre diciendo Si. Abriendo manos para dar cualquier cosa. Escuchando en cualquier momento. Sabiendo llorar o reir junto a quien lo necesitó, a cualquier hora. Entregado a su barrio, a su pueblo, a su patria a cambio de nada. Entregado sin límites sin llevar la cuenta ni esperar nada. Entregado al universo entero con todas sus constelaciones, planetas y estrellas.
Y un día cualquiera dijo No. El mundo continuó su camino sin percatarse de nada. Como si nada hubiera ocurrido.
Sin embargo se bien que aquel día las musas lloraron sin parar. Desde entonces lloran cada noche de luna llena. Vierten sus lágrimas al mar, sin que nadie se percate, sin ruídos, sin estridencias, sin llamar la atención.
 
Ahora comprendo que el mar será siempre salado, irremediablemente.
 
El vecino del 4º
 
posdata: sueño con un mar dulce como el almibar, dulce como tus besos muchacha de ojos de luna.-
 
 
 

domingo, 18 de noviembre de 2012

Incomunicados.-

 

Y si supiera, al menos,  dónde ha estado, pero él nunca habla. Calla siempre, a todas horas. Veinticuatro horas callado. Sólo me basta mirarle para saber que oculta algo. Pero no hay manera de sacarle una sola palabra.
Cuántas veces he soñado con cientos de diálogos como dos personas civilizadas que conviven desde el principio de los tiempos.
 
- Y de dónde dices que vienes.
- De devorarme por dentro. Vengo del mismísimo infierno. He intentado purgar todas mis culpas y ha sido imposible.
- Y qué tal  la carretera a la vuelta.
- Como siempre repleta de locos, delincuentes, cómplices, y ovejas descarriadas que van camino del matadero sin saberlo.
- Interesante cariño. Te pondré la cena que debes estar agotado.
- Sí. Gracias.
 
Y sin embargo cada vez que intento iniciar una conversación se da vuelta y se marcha hacia ninguna parte.
 
El vecino del 4º
 
posdata: cada vez se necesita más tiempo para saborear los silencios y cuando los silencios no te llevan a ninguna parte qué importan los ruidos...
 
 

domingo, 4 de noviembre de 2012

Donante frenético...

 
No fue con los saltos desde el paracaidas, ni cuando le dió por bucear rodeado de tiburones en cualquier isla perdida. Tampoco su pasión por la velocidad. Ni siquiera con la práctica de todo tipo de deportes de riesgo. Nada parecía poder con él. Su actividad frenética en cualquier empresa que acometía no permitía adivinar un final inesperado.
 
Se sentó como un viejo cheroki, al atardecer, cerró los ojos y a sus escasos cuarenta años se dejó morir. Sin avisar a nadie. Sin dejar una nota aclaratoria. Una lágrima contenida le inundó los pulmones y murió al instante.
 
La autopsia no supo explicar nada. Sus familiares no se decidían sin enterrarle o icinerarle. Alguien comentó que mejor donar su cuerpo para que los trasplantes de sus órganos salvaran vidas. Así se hizo.
 
El vecino del 4º
 
posdata: en una ocasión le escucharon decir que había nacido muerto y que el resto del tiempo viviría para contarlo...