
Lucía Ledesma Montegno, la dueña del palacete, era de costumbres fijas. A las nueve de
la mañana desayuno. A las doce un tentenpie. Sobre las dos y media comida. A las cuatro
de la tarde, en verano, siesta de camisón.
Aquel día hacía tanto calor que dormía desnuda. Al pasar Jacinto, el mayodormo de toda la vida, a dejar agua fresca de limón como tantos otros días. Ramón el marido de Lucía, no dudo en descerrajar dos disparos a quema ropa. El mayordomo apenas pudo gritar antes de morir. Ella dormía profundamente y ni se movió.
El Juez amigo de la familia no hizo preguntas.
El Vecino del 4º
posdata: el aire huele a rancio, polillas hambrientas parecen arañar en el horizonte, mientras una gaviotas graznan a lo lejos, hablan sin que se les pueda entender nada y parece que se ríen de alguien...