martes, 10 de junio de 2008

Lua.-



Lúa, confiesa que has sido infiel muchas veces y que sigues sin arrepentirte de nada, eso te hará bien, no pasa nada, nunca pasa nada cuando no pasa nada nunca. A mi no me importa. Decídete ya, y verás qué calma obtienes. Toma una decisión ahora, y después vendrán todas las demás.
Esta mañana Lúa, te has levantado y sin ganas de nada, como una autómata, antes de hablar con nadie, te diriges a la ducha. El agua es de las pocas cosas que admites en días como éste. El tiempo que transcurre sin prisas bajo el agua es diferente. Al salir de la ducha, notas tu cuerpo con un cierto equilibrio pero las ideas aún dispersas. Te vas dando esa cremita hidratante tuya, o lo que sea que haya en ese bote de formas insinuantes, te frotas por todo el cuerpo con extremada delicadeza, sin que nada de lo que te rodea te preocupe en estos instantes.
Ahora estás peinada sin esmerarte demasiado, con ese pelo tan largo, tan rojizo y tan rizado pocas cosas se pueden hacer. Tú lo sabes y no pierdes el tiempo en minucias estéticas de ese tipo. Te colocas en un instante el amplio vestido de seda pintado a mano, luciendo todos los colores del arco iris; sobre tu inmensa melena leonada prendes caprichosamente unas cuantas y frágiles mariposas, artesanales, de corcho casi transparentes, ésas que sólo usas cuando estás como hoy. Según tú son las mariposas de la melancolía. También sueles decir que te ayudan a pensar cuando, sin saber qué hacer, estás frente a un cruce de caminos, repleto de enigmas y decisiones que tienes que tomar tú sola, o peor aún y dicho de otra manera, que si tú no decides deciden por ti. Entonces dejas de pensar y escuchas los consejos de tus mariposas. Las mariposas de la melancolía. No siempre aciertan en sus consejos, pero nunca les reprochas nada. Siempre vuelves a intentar escuchar sus consejos.
Ya te has puesto tus viejas y más que usadas sandalias de cuero a tiras. Pero siguen brillantes, huelen a esa cremita que utilizas al salir del baño; son los restos que quedaron en tus manos, una vieja costumbre que aprendiste de alguien al que no puedes, ni quieres ya recordar. Te doy la razón, no merece la pena. Sin pendientes, sin maquillaje, sin reloj, ni pulseras, ni anillos, hoy no es día para más añadidos inútiles y superfluos. Con las llaves en una mano y ese pequeño bolso en la otra. Tú bien sabes, Lúa , la envidia que les das a tus amigas. Un bolso que conjunta con tu vestido y que al colgarlo casi desaparece. ¡ Mi bolso mágico favorito!, sueles decir, y tú ríes, cuando surge la conversación tan a menudo. Por fin ya dispuesta, preparada, sin más cosas; para qué, cierras la puerta sin despedirte. Sin mirar atrás. El día de hoy no es el mejor de todos tus días pero tampoco es el primero así.
Vas caminando por una inmensa ciudad que sientes bajo tus pies, pero no creas que está contigo. Tampoco contra ti. Caminas sobre ella como podrías estar caminando sobre cualquier otro lugar. Poco a poco te rodea y te va envolviendo y tú continúas ignorándola. Ella por su parte no hace esfuerzos para que te acerques y la preguntes ¿Qué tal la mañana, querida ciudad?.

En las ciudades se camina distinto que en cualquier otro lugar. Las ciudades, hoy, son alfombras de sucio asfalto y no hay manera de olvidarlo, Lúa, por mucho que se empeñen en disfrazarlas de verdes aterciopelados, de modernos neones y de farolas centenarias. Pero eso ahora no te preocupa. Caminas sin rumbo, con desgana, con ese pelo todavía mojado que derrama aún gotas, sobre tu rastro incierto, creando un simulado y bello rocío a tus espaldas. Cualquier calle puede servirte para continuar, mientras en silencio tratas de escuchar las mariposas de la melancolía que nada nuevo te cuentan esta mañana.
Sin embargo y a pesar de todo, Lúa, sigues siendo mujer de costumbres. Comienzas a caminar con urgencia, buscando repentinamente, y a ciegas lo que notas que te falta. Es la hora del café. Has escapado con tantas prisas y podrías seguir andando hasta el infinito, cabizbaja, como ausente. Pero es la hora de la dosis de cafeína, con un buen zumo y algo dulce, por descontado. No puedes evitar tener que tomar una decisión. ¿En qué maldito bar me tomo yo ahora un café ?. Podrías cerrar los ojos y entrar en el primero que vieras. Podrías arrepentirte nada mas cruzar sus puertas y volver a salir huyendo sin rumbo fijo, una vez más. Podrías arrojar una moneda pero el azar no siempre resuelve las decisiones, sean o no importantes. Podrías preguntar y tal vez no te respondieran. No esperes respuesta de las mariposas, ellas no saben de granos tostados y molidos por las manos del criollo en tierras lejanas.
Siempre, lo más sencillo de todo Lúa, es dejarse llevar. Te has dejado llevar y esta vez te ha resultado. Ahora, al instante, hueles a café recién molido. Un olor que aparece en escena sin buscarlo. No serás selectiva ni extremadamente exquisita; tampoco hoy pedirás demasiado. Te conformas con seguir el rastro oloroso, casi a tientas. Como si una mano invisible te hubiera atrapado con delicadeza y te empujara amablemente. Y ahora te encuentras ahí, parada, frente a un viejo café sin nombre porque tú ni siquiera lo aprecias. Un superviviente anónimo en una ciudad desconocida, que ni te quiere ni te deja de querer. ¿Te odia tal vez?. ¿Te ignora?. No es lo que te preocupa en estos momentos, sin duda.
Estás ya cruzando sus puertas sin preguntarte nada mas, para qué. Sin sospechar lo mas mínimo, sin miedo, despreocupada e indiferente. Ante ti un viejo bar, tal vez distinto a todos los demás y tú sigues sin apreciarlo. Igual a otros tantos de cientos por los que pasaste antes. Pero distinto. Madera de roble, con marcas por doquier, sobada de más; objetos de alpaca diseminados, granito pulido añejo y un ambiente cargado con objetos, todos ellos fechados, enmarcados y que cuentan parte de nuestro pasado. Manteles de encaje y flores secas de colores. Bajo tus pies mientras avanzas hacia la barra. No tienes otra posibilidad, el suelo cruje con alaridos de madera herida, tablas contra tablas que se abrazan para tratar de protegerse de tanto cliente insensible o distraído que las pisotean a diario. Pero tú sólo piensas en no tener que pedir otra cucharilla, deseas que esta vez no se te caiga al suelo, es uno de tus defectos más habituales. Sueles decir que tienes todos los defectos del mundo, y una sola virtud: la de saber reconocerlos todos y cada uno; la mayoría de las veces a tiempo. Esa humilde y sincera verdad siempre te acompaña porque así lo quieres tú. Lúa.
Ahora, ha llegado el momento de tus primeras palabras esta mañana. Ves un camarero, pajarita en cuello que le baila, paño en ristre, seguramente con tantos recuerdos como el viejo local, que mima cada vaso como a su primera novia. No te importa que su mirada pueda parecerte lasciva, es tan mayor que ya ni tendrá recuerdos libidinosos. Cara aguzada y reseca, tiene algunas escamas como las de un viejo lagarto. Nariz aguileña mozárabe. Planta estirada, de pellejos colgantes, fláccidos y arrugados. No tiene grasa ni siquiera en la suela de sus zapatos, aunque no alcances a verlos. No termina los afeitados como antaño. Sin duda teme a sus manos temblorosas. Hay un reguero de pelos diseminados por su barbilla que así lo atestiguan. Su aspecto no te impresiona porque tú has entrado a lo tuyo y nada más. Te lanza un seco y cortante “¿Qué va a ser señorita?”. Deseas un desayuno señorial, un desayuno VIP, que te mime, con vaso de agua helada incluido. Sin preguntas, sin miradas, sin intromisiones de ningún tipo. Y después, un adiós ligero que la ciudad es grande y el día acaba de comenzar para ti. Pero terminas pidiendo un café solo, sin más. Lo demás sería un esfuerzo que no estás dispuesta a soportar, incluida la leche. No soportarías tener que decidir si caliente, templada o fría.
Qué otra cosa podrías hacer en este café solitario, casi en penumbra. Ante un viejo camarero, casi seguro que amargado y cascarrabias, que no sabes muy bien cuáles son sus intenciones. Derrotada por la situación, una vez más, como tantas otras. Te alejas hacia una mesa lejos de la barra. Das la espalda y no te tiembla el pulso pero no estás orgullosa por lo que acabas de hacer. Te retiras en silencio, hoy de poco te sirven las mariposas que silenciosas parecen querer esconderse en tu pelo ya enredado, como siempre.
Amargo café en la penumbra más silenciosa. Y tú sigues con el pelo húmedo. Sigues siendo la misma de ayer, y sin embargo, tan diferente. Lo tomas de un solo trago como aquel viejo aceite de ricino pero sigues echando algo de menos en estos momentos. Tú también dices muchas veces que lo tuyo con el tabaco no es vicio. Es saber escoger el momento. Y ahora necesitas una de esas profundas caladas para tragarte todo lo que no eres capaz de decidir. Sólo fumas uno al día. Desde hace tiempo. Sin una costumbre fija. Siempre acabas escogiendo ese dichoso momento. Ahora toca uno. Tu mano se desliza hacia el bolso pero sabes que nunca llevas encendedor, y un sólo cigarrillo porque no te fías demasiado de ti. Eso forma parte de tu trato personal. Tu compromiso secreto contigo misma. Eres consciente de que no te levantarás a la barra a pedir fuego y eso hace que te revuelvas en la silla sin demasiados aspavientos. Hoy tampoco quieres llamar la atención.
Para tu sorpresa, antes de que sientas perdida una nueva batalla silenciosa. Cerca de ti escuchas un sonido familiar. Suave, con ligero ritmo y que identificas con facilidad. Alguien golpea con celeridad el teclado de un portátil en una mesa no muy lejana. No pedirías fuego hoy a nadie pero sabes bien que tus movimientos te han delatado por mucho que ahora trates de disimularlo, inútilmente.
Ves el humo que me rodea, tus ojos siguen su recorrido pidiendo a gritos ayuda. Nuestras miradas se han cruzado sin querer y no puedes evitar verme. Apenas puedo creer que no me hayas visto antes, pero yo también tengo ahora bastante con lo mío. Mi cortesía llega hasta ofrecerte, desde la distancia, mi encendedor de plata, pero tendrás que venir a mi mesa. Piensas que por hoy ha sido suficiente. Te levantas, esbozas una sonrisa artificial de cumplido y te acercas. Un desconocido te dará fuego y punto. Estas tan segura que sólo quieres inhalar un poco de humo, sin más. Veo cómo te acercas. Para mí, en estos momentos ni eres una mujer ni nada, tus curvas femeninas y más que apetecibles, pasan desapercibidas para mí, tu aspecto radiante, esa despreocupación tan colocada. Sin embargo, ahora para mí eres alguien, sólo alguien, sólo veo una persona, sin sexo, que se acerca a mí; le hago un favor simple y la cortesía parece que ha funcionado, una vez más.
Llegas en un segundo, atrapas tu deseado fuego y lo enciendes. Estamos a escasos centímetros, y al cruzar nuestras miradas, ocurre. Es ahora. Sin pensármelo te suelto a quemarropa que yo me encenderé otro . ¡Qué diablos !. Comienzo a pedir disculpas por mis modales. Nos presentamos. No tienes tiempo de reaccionar, y sin darte cuenta lo has consentido. Hoy tengo la impresión que te vas a saltar la norma con tu cigarro diario. Veo como miras, de reojo, mi cajetilla sobre la mesa. He tenido un día de los que se denominan “siniestro total”. Llevo un año trabajando para un asunto muy importante. Y hoy, en una hora de reunión con cuatro yupis me han destrozado el trabajo de cientos de horas. Se han permitido el lujo, además, de concederme media hora para que revise el maldito proyecto de fusión. Estos imbéciles se creen que soy otro yupi más, de los del montón. Se creen que estoy en estos momentos dándole vueltas a mi trabajo. Desesperado por el fracaso y el miedo al futuro. Estos no se enteran de nada. Mira Lúa, ahora que nos conocemos. ¿ Sabes lo que estoy haciendo ahora?. He abierto mi carpeta de documentos. Mis documentos, no el informe maldito. Y estoy escribiendo un poema. Sólo eso. Es lo único que pienso hacer en esta media hora. Y cuando vuelva a esa oficina, dentro de unos minutos, acabaré con ellos.

Noto que no te has asustado. No has salido corriendo. He estado demasiado impulsivo, un tanto agresivo si quieres. Pero no he podido evitarlo. Veo cómo te acercas y lees con atención mi poema, aún sin terminar. Tus gestos del rostro, el brillo de tus ojos, por cómo mueves tu cuerpo, me dice que te está gustando. Vuelves a retorcerte ligeramente, esta vez, asintiendo y con suavidad. Sigo de impulso en impulso. Me lanzo sobre las teclas y antes de que apartes tu mirada estás dentro del poema. Para siempre. No me sorprende nada que lo hayas aceptado de buen grado. No hemos podido evitar cruzar nuestras manos en muestra de agradecimiento. El frió gélido de tu mano no puede apagar el fuego y la furia de la mía. Pero hay algo que me dice que seremos amantes para siempre.

Para Lúa, cuando sea, será.
8 de Abril de 1992.



Posdata, tal vez un poco extensa, para tí, Lúa :

Varias cosas.
Si lees esta carta, que te entregará nuestro camarero favorito, ese viejo cascarrabias que no tiene edad, me gustaría que no volvieras a este café nunca más. Yo no podré hacerlo. ¿ Sabes... no?. No podré volver a este café ni a ningún otro, nunca más. Llevo meses ocultándotelo, te agradezco que no te dieras por enterada. Ha sido lo mejor.
Más cosas. Por cierto, aquel primer día volví a la reunión. Gané la partida. Acabé siendo el presidente de la empresa que se fusionaba al día siguiente. Es la que está enfrente, mira por la ventana. Cuando acabó la reunión volví aquí y escribí lo que supuse que nos había pasado aquel día del 8 de Abril lejano. Como habrás leído ya. Pero con el tiempo, el poder, la presión y la soledad me han derrotado. Para colmo la enfermedad ha hecho el resto.
Más cosas. Te agradezco que hayas sido mi amante durante todo este tiempo. Nunca supimos nada el uno del otro de nuestros pasados. No hubo necesidad de compromisos, de pactos en el aire, de largas explicaciones inútiles. Un día al mes en este café durante los últimos diez años. Sin preguntas. Sin mentiras. Sin verdades. Se que no nos debemos nada. Tú con tu soledad y yo con la mía. Pero nos amamos tanto... Sin embargo cuando un yupi rico muere, muere en solitario. Alguien tiene que ser su heredero. Nada está sujeto al azar entre nosotros. Es nuestro trabajo. Para cuando te haces rico, estás tan solo que no sabes ni qué hacer con el dinero ni a quién dejárselo. Ahora tú, Lúa, tienes todo lo que no he sabido saborear. Seguramente lo primero que pensarás es en romper esta carta. Lo sé. También pensarás que te estoy tomando el pelo. Cruza la calle y pronuncia tu nombre. Mis empleados te están esperando. No te molestes en renunciar al regalo. No es posible. Legalmente todo está controlado. Tienen todas las instrucciones.
Para terminar. Te estaré esperando eternamente si es que eso es posible. Me gustaría, además de poder creerlo, que realmente ocurriera. Pero mientras tanto busca otro poeta y procura que esta vez no sea yupi.
Lúa, sé feliz, para tí... por los dos.


19 de Agosto del 2.002

El vecino del 4º


Sin comentarios, esta vez también espero los vuestros.

Besos desde el otro lado de la luna.

Desde el otro lado de la ventana.

22 comentarios:

Adare dijo...

La carne de gallina que me has puesto...
Yo hoy tengo un día de mariposas en el pelo... Creo que debería hacerme con alguna.

Me das fuego y una poesía, mi buen vecino?

Por cierto, en tus silla se acurruca uno muy cómodo, más si es sobre alguien... (no espero que lo entiendas... creo que quedará como broma mía personal conmigo misma... xDDDDD)

UMA dijo...

Me dejas helada, vecino.
El arte con que partes de un presente, que torna y retorna en pasado continuo.
Siento voces y golpes, tal vez, porque siempre hay una Lùa dentro nuestro, y siempre la espera del poeta que no pide nada, que no debe nada...
Un gran abrazo

Anónimo dijo...

Impresionante vecino, ya no del cuarto, del noveno para arriba, de la suite presidencial.
Me lo he leido con el alma congelada,, una prosa exquisita y sentieintos de la vida a flor de palabras, sana envidia. Un texto muy bueno, buenisimo, un poco triste en el final desalentador pero valido. Un abrazo y sigue por ahi, va nuy, pero que muy bien.

El vecino del 4º dijo...

Adare, Uma y Prometeo.
A veces una sola palabra es suficiente.Gracias.
Gracias por mantener viva la fantasía, por vivir en cada palabra, por dejaros llevar por el camino que la prosa y la poesía dibuja sobre una alfombra invisible que muchas veces no se sabe bien a dónde nos lleva.Gracias por todo. Vienen, se acomodan, son amables, buenos conversadores, traen azucar y pastas, flores, ron de caña y té blanco, por otra parte además siempre dan ánimos...qué más puedo pedirles...esta es su casa.
Gracias.

Vuestro vecino del 4º

La gata Roma dijo...

Cuanto me ha gustado. No sé si has vuelto a sacar algo de un cajón, pero es la fecha y no la etiqueta, aunque claro, lo bueno es anacrónico, o debería serlo. A veces pienso que casi es una pena no fumar; sin embargo llevo mechero, será por algo…
Kisses, y no dejes de mirar por las ventanas, ves más que los demás.

El vecino del 4º dijo...

cierto gata, salió de un cajón...tienes un sexto sentido mas que evidente...besos-besos...

tu vecino del 4º

Anónimo dijo...

quiiiiiiilllooooooooo... a vé si me buscas a mi un pivón Yupi, también hay tías con pasta no???...jejejejejjeje...

7Lunas dijo...

Inmenso …
Desde el comienzo me sentí Lúa, no sólo porque como ella acababa de ducharme y estoy peinada sin esmerarme demasiado, con este pelo largo, rojizo y rizado, sino porque estoy con el poeta…

Mil besos rojos y frescos poeta.

Veïna dijo...

Ai Vecinico!!!! desde que entré en el mundo de los blogs que soy tu fiel admiradora... no podría elegir un relato entre todos los que nos has regalado porqué noto que en cada uno de ellos dejas un pedacito de tu alma, que los lectores vamos recogiendo.

Espero ansiosa el siguiente.

Petonets

El vecino del 4º dijo...

7Lunas:

Me encanta, que vuelvas una y otra vez como la luna llena, ahora no está, ahora está más llena que nunca...te presiento...

muas

tu vecino del 4º

El vecino del 4º dijo...

Veïna:

tu mi fiel admiradora, yo tú mejor vecino. Tu sonrisa eterna y la transparencia de tus ojos me permiten seguir pensando que en el mundo hay mucha y muy buena gente como tú. Te deseo el mejor de los amantes en tu alcoba, el mejor de los cómplices para tus secretos...yo te prestaré mis versos.

besos vecina.
tu vecino del 4º

Thabitha dijo...

Escribes historias hermosas, llenas de un sentimiento necesario en los tiempos que corren. Pasaré por aquí para leerte, porque me ha gustado.
Saludos desde el otro lado de la ventana.

Veïna dijo...

Bufffffffffff Vecinico!!! pero que muchísimas gracias!! que palabras más bonitas me has dedicado... ai que me has emocionado y todo!!

Un abrazo bien fuerte!!!

Petonets

Anónimo dijo...

HUMO

La violencia desde arriba se traduce en respuesta en autogestión, en la lucha de los que no tenemos ni dios, ni amo, ni marido, ni patrón; de los que tenemos el arma en la lengua y en nuestras manos la poesía; de los que la arrojamos cual molotov y explota en sus caras: miles de panfletos rebosantes de metáforas, de imágenes, de luces y de sombras, de dichos y no dichos.

Y, sí, explotando en sus caras...

Disfruten del HUMO!!

http://humosuburbano.blogspot.com

Hártate de mí dijo...

Un autómata perfectible.
Gracias por el comentario. Yo me tiro del cuarto piso.

El vecino del 4º dijo...

Thabitha:
Gracias, espero que te acomodes en el pisín y ya me irás contando.

Veïna:
un placé emosionarte...tu ya sabes...jejejejje.

Humo suburbano:
te veo Kaña-kaña...no pares, sigue-sigue...

Hartate de mi:

si te tiras del 4º, pasarás primero por el tercero...en fin...

vuestro vecino del 4º.
gracias por las visitas, alguien dejó sándalo encendido, un detalle...

Anónimo dijo...

Un relato apasionante. Me ha gustado mucho.

El vecino del 4º dijo...

Julia: me alegro. A veces la pasión también la ponen ustedes...y eso sí que se agradece. Gracias.

tu vecino del 4º

C. Luna dijo...

Gracias por compartir. De esto estamos hechos...
Saludos de la Luna desde el otro lado...

El vecino del 4º dijo...

un placer que nos visite la Luna.

saludos desde este otro lado...

tu vecino del 4º

Anita dijo...

eo , te puedo linkear? que quiero leer más entradas y ahora no puedo.Hasta pronto,me gusta como escribes.Ana

El vecino del 4º dijo...

Gracias Anita por enlazarme...non problem...espero que lo pases bien en mi edificio...ya me irás contando...

besos-besos

desde el otro lado de la ventana...