domingo, 14 de diciembre de 2014

Comunicaba.-


Busca en el bolsillo con prisas. El sudor le persigue por todo el cuerpo como un sunami que llega sin avisar. El pulso más alto de los niveles aconsejables. El sabía bien cuál era el límite. Ser cardiólogo le hacía preocuparse, en exceso, por su cuerpo. Permanentemente se estaba chequeando para confirmar que todo iba bien.

Aquella noche había operado con la doctora García Méndez. Su amante, la mujer del director del centro privado en el que trabajaba desde hacía unos meses. 

Al salir con prisas, tras el último revolcón en una de las salas médicas, a oscuras habían intercambiado sus teléfonos. Iguales. 

El siempre la negó que tuviera otras aventuras. Ella, celosa como una gata parda comprobaba sus últimos mensajes: "si cariño, cuando me tire a la frígida, la mujer de mi jefe, paso a recogerte...aún me quedarán ganas de más...pero comprende que si quiero trabajar tengo que hacerle el trabajo sucio a mi jefe....jajajajajajajja".

Desde la parada de taxis, el llamaba, enloquecido, una y otra vez. Ella comunicaba. 



el vecino del 4º


posdata:  pillado, sin remedio...al día siguiente no fue necesario que recogiera sus cosas, se las enviaron con una escueta nota: "hasta siempre, gracias, ella ahora se comporta en la cama con migo como siempre. Tengo que despedirte, según hablamos. Suerte".






1 comentario:

Anónimo dijo...

hola...hay alguien???