No fue con los saltos desde el paracaidas, ni cuando le dió por bucear rodeado de tiburones en cualquier isla perdida. Tampoco su pasión por la velocidad. Ni siquiera con la práctica de todo tipo de deportes de riesgo. Nada parecía poder con él. Su actividad frenética en cualquier empresa que acometía no permitía adivinar un final inesperado.
Se sentó como un viejo cheroki, al atardecer, cerró los ojos y a sus escasos cuarenta años se dejó morir. Sin avisar a nadie. Sin dejar una nota aclaratoria. Una lágrima contenida le inundó los pulmones y murió al instante.
La autopsia no supo explicar nada. Sus familiares no se decidían sin enterrarle o icinerarle. Alguien comentó que mejor donar su cuerpo para que los trasplantes de sus órganos salvaran vidas. Así se hizo.
El vecino del 4º
posdata: en una ocasión le escucharon decir que había nacido muerto y que el resto del tiempo viviría para contarlo...
6 comentarios:
Acabo de leerte y al final de todo, cuando entré para poner un comentario aquí decía, sin comentarios. Pues eso, sin comentarios mi querido amigo...
Un saludo desde el otro lado de la luna, Mar
Bonito relato, vecino. Y bonito final, el de seguir salvando otras vidas. Abrazos.
Un beso Mar...desde el otro lado de la luna como no...cuidame el Sur...para cuando vuelva...
el vecino del 4º
Un abrazo Marcos, escribir para salvar la fantasía y los sueños también es una hermosa posibilidad...
Un relato breve pero.... joder, ¡¡¡esa maldita PD, última frase lapidaria!!!
Magnífico, ya te sigo, Kan...
Abrzssssss
jejejjejejeje...Diego me alegro de verte por aki...
Un abrazo...nos iremos viendo...
Gracias por la visita, si además te ha gustado mejor aún...
El vecino del 4º
tb kan...
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